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2025/07/10

Por un Chile próspero, solidario y auténticamente nuestro.

Por Rodolfo Varela

Los chilenos pobres son los más preocupados por la delincuencia, los asaltos y los robos. Lo dice la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP): la seguridad pública es la principal demanda ciudadana, y marca el pulso de la carrera presidencial de 2026.


¿Es Chile un país solidario?


Pero aquí hay algo que no se puede seguir callando: los pobres, que son mayoría en este país, olvidan que tienen una herramienta poderosa en sus manos —el voto— para romper con la política corrupta, indolente y mentirosa que se arrastra desde la dictadura militar.

Sí, todo lo que está pasando hoy en Chile es legado directo de ese régimen sangriento que privatizó hasta los sueños del pueblo. Nos dejaron una Constitución hecha a su medida, un modelo económico que se enriquece con la desigualdad, una democracia mutilada, una policía sin control y un sistema político que se ha dedicado a administrar el saqueo en vez de transformarlo.

Y mientras la derecha se llena la boca hablando de seguridad, de orden, de patria, los verdaderos patriotas que lucharon contra la dictadura —expresos políticos, exonerados, torturados— sobreviven hoy con pensiones miserables, muchas veces menores a la mitad del salario mínimo. Personas mayores, con secuelas físicas y psicológicas profundas, abandonadas por el mismo Estado que permitió que sus verdugos quedaran impunes o incluso pensionados con sueldos de lujo.

Han pasado 11 días desde que Jeannette Jara, militante del Partido Comunista, fue elegida como la carta presidencial de la izquierda. La cuenta regresiva hacia la elección del 16 de noviembre ya comenzó. Mientras tanto, los candidatos se posicionan, diseñan sus campañas y ajustan sus discursos. Pero todos, sin excepción, saben que la inseguridad es el tema central. Porque eso muestra el CEP: la gente está con miedo. Miedo al robo, al asalto, al narcotráfico, a la migración descontrolada. Pero detrás de ese miedo hay una verdad más dura: la pobreza, la exclusión y el abandono de un Estado que nunca estuvo del lado de su pueblo.

¿Y quién abrió las puertas para la entrada masiva de migrantes en condiciones precarias, sin control ni apoyo del Estado? Fue el expresidente de ultraderecha Sebastián Piñera, defensor del legado de Pinochet. Él promovió una política migratoria populista, sin planificación, facilitando la llegada de cientos de miles de personas desde Venezuela, Haití, Perú y Bolivia, sin garantías ni protección social. Hoy, la misma derecha que los trajo, los criminaliza y culpa a los migrantes de todos los males, usando el miedo como arma electoral.

¿Quiénes son los más golpeados por esta crisis? Las mujeres, los adultos mayores, los habitantes rurales, quienes no terminaron la educación media, los sectores socioeconómicos más bajos, los que creen que Chile está estancado, los que ganan menos de 842 mil pesos al mes. En resumen: los que siempre han cargado con el peso del modelo heredado de la dictadura.

Y no es casual que muchos de ellos votaran por Kast, anularan su voto o simplemente no votaran. No es indiferencia: es desconfianza, es rabia, es decepción. Pero este 2025 el voto será obligatorio. Y eso cambia el tablero. Si los pobres votan —si recuerdan quiénes han estado siempre en su contra— pueden torcer la historia.

La derecha ya está aprovechando el clima de miedo. Habla de mano dura, de cárceles, de deportaciones masivas. Pero no dicen nada del abandono estatal, de la desigualdad brutal, de la concentración de la riqueza. No quieren resolver el problema: quieren administrarlo a su favor, como lo han hecho siempre.


Chile exige Verdad y Justicia


Es hora de despertar. De exigir justicia, memoria, reparación y dignidad.

La delincuencia no se combate con represión, sino con igualdad, con empleo, con educación, con salud, con pensiones dignas, y con un Estado que deje de proteger a los poderosos y empiece a cuidar a su pueblo.

Chile no necesita más miedo. Necesita memoria.

For a prosperous, united, and truly Chilean country.

 By Rdolfo Varela

Poor Chileans are the ones most concerned about crime, assaults, and theft. This is confirmed by the latest survey from the Center for Public Studies (CEP): public safety is the top citizen demand and is setting the pace for the 2026 presidential race.


Is Chile a country of solidarity?



But there’s something we can’t remain silent about: the poor —the majority of this country— often forget they hold a powerful tool in their hands: the vote. A tool that could finally break the cycle of corrupt, indifferent, and deceitful politics that has persisted since the military dictatorship.


Yes, everything happening in Chile today is a direct legacy of that bloody regime that privatized even the dreams of the people. It left us with a constitution tailored to their interests, an economic model built on inequality, a mutilated democracy, an unchecked police force, and a political class more concerned with managing injustice than eradicating it.


And while the right talks endlessly about law, order, and patriotism, the true patriots who fought against the dictatorship —former political prisoners, exonerated workers, and torture victims— are surviving today on miserable pensions, often earning less than half the minimum wage. These are elderly people, many with permanent physical and emotional scars, abandoned by the same state that allowed their torturers to go unpunished or enjoy luxurious retirement pensions.


Eleven days have passed since Jeannette Jara, a member of the Communist Party, was elected as the presidential candidate for the Chilean left. The countdown to the November 16 election has already begun. Candidates are taking positions, refining their campaigns, and adjusting their messages. But they all know one thing: security is the central issue. The CEP shows it clearly—people are afraid. Afraid of crime, assaults, drug trafficking, uncontrolled immigration. But behind that fear lies a deeper truth: poverty, exclusion, and a state that has long turned its back on the most vulnerable.


And who opened the doors to massive, unregulated immigration, without state support or protection? It was former far-right President Sebastián Piñera, a public defender of Pinochet's legacy. He promoted a populist immigration policy that facilitated the arrival of hundreds of thousands of people from Venezuela, Haiti, Peru, and Bolivia—without planning or social safeguards. Now, the same political sectors that welcomed them are using migrants as scapegoats, stoking xenophobia and exploiting fear to win elections.


So who suffers the most from all this? Women, the elderly, rural residents, people with incomplete high school education, low-income groups, those who believe Chile is stagnant, and those earning less than 842,000 Chilean pesos per month. In short, the same people who have always carried the weight of a model inherited from the dictatorship.


It’s no coincidence that many of them voted for Kast, cast blank or null votes, or didn’t vote at all. It’s not apathy — it’s distrust, frustration, and abandonment. But in 2025, voting is mandatory. And that changes everything. If the poor vote — if they remember who’s always worked against them — they can change the course of history.


The right is already taking advantage of fear. They speak of iron-fist policies, more prisons, mass deportations. But they say nothing about the abandonment, the inequality, or the concentration of wealth. They don’t want to solve the problem—they want to control it for their benefit, as they always have.



Chile demands Truth and Justice


It’s time to wake up. To demand justice, memory, dignity, and real change.


Crime isn’t defeated with repression, but with opportunity. With jobs, education, healthcare, decent pensions, and a state that stops protecting the privileged and starts defending its people.

Chile doesn’t need more fear. It needs memory.