Por Rodolfo Varela
Los chilenos pobres son los más preocupados por la delincuencia, los asaltos y los robos. Lo dice la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP): la seguridad pública es la principal demanda ciudadana, y marca el pulso de la carrera presidencial de 2026.

Pero aquí hay algo que no se puede seguir callando: los pobres, que son mayoría en este país, olvidan que tienen una herramienta poderosa en sus manos —el voto— para romper con la política corrupta, indolente y mentirosa que se arrastra desde la dictadura militar.
Sí, todo lo que está pasando hoy en Chile es legado directo de ese régimen sangriento que privatizó hasta los sueños del pueblo. Nos dejaron una Constitución hecha a su medida, un modelo económico que se enriquece con la desigualdad, una democracia mutilada, una policía sin control y un sistema político que se ha dedicado a administrar el saqueo en vez de transformarlo.
Y mientras la derecha se llena la boca hablando de seguridad, de orden, de patria, los verdaderos patriotas que lucharon contra la dictadura —expresos políticos, exonerados, torturados— sobreviven hoy con pensiones miserables, muchas veces menores a la mitad del salario mínimo. Personas mayores, con secuelas físicas y psicológicas profundas, abandonadas por el mismo Estado que permitió que sus verdugos quedaran impunes o incluso pensionados con sueldos de lujo.
Han pasado 11 días desde que Jeannette Jara, militante del Partido Comunista, fue elegida como la carta presidencial de la izquierda. La cuenta regresiva hacia la elección del 16 de noviembre ya comenzó. Mientras tanto, los candidatos se posicionan, diseñan sus campañas y ajustan sus discursos. Pero todos, sin excepción, saben que la inseguridad es el tema central. Porque eso muestra el CEP: la gente está con miedo. Miedo al robo, al asalto, al narcotráfico, a la migración descontrolada. Pero detrás de ese miedo hay una verdad más dura: la pobreza, la exclusión y el abandono de un Estado que nunca estuvo del lado de su pueblo.
¿Y quién abrió las puertas para la entrada masiva de migrantes en condiciones precarias, sin control ni apoyo del Estado? Fue el expresidente de ultraderecha Sebastián Piñera, defensor del legado de Pinochet. Él promovió una política migratoria populista, sin planificación, facilitando la llegada de cientos de miles de personas desde Venezuela, Haití, Perú y Bolivia, sin garantías ni protección social. Hoy, la misma derecha que los trajo, los criminaliza y culpa a los migrantes de todos los males, usando el miedo como arma electoral.
¿Quiénes son los más golpeados por esta crisis? Las mujeres, los adultos mayores, los habitantes rurales, quienes no terminaron la educación media, los sectores socioeconómicos más bajos, los que creen que Chile está estancado, los que ganan menos de 842 mil pesos al mes. En resumen: los que siempre han cargado con el peso del modelo heredado de la dictadura.
Y no es casual que muchos de ellos votaran por Kast, anularan su voto o simplemente no votaran. No es indiferencia: es desconfianza, es rabia, es decepción. Pero este 2025 el voto será obligatorio. Y eso cambia el tablero. Si los pobres votan —si recuerdan quiénes han estado siempre en su contra— pueden torcer la historia.
La derecha ya está aprovechando el clima de miedo. Habla de mano dura, de cárceles, de deportaciones masivas. Pero no dicen nada del abandono estatal, de la desigualdad brutal, de la concentración de la riqueza. No quieren resolver el problema: quieren administrarlo a su favor, como lo han hecho siempre.

Es hora de despertar. De exigir justicia, memoria, reparación y dignidad.
La delincuencia no se combate con represión, sino con igualdad, con empleo, con educación, con salud, con pensiones dignas, y con un Estado que deje de proteger a los poderosos y empiece a cuidar a su pueblo.
Chile no necesita más miedo. Necesita memoria.