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2025/07/16

Chile se encamina a una elección presidencial marcada por la polarización, el crimen organizado y el descrédito político

 

Por Rodolfo Varela

Santiago de Chile – A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales del 16 de noviembre, Chile enfrenta una de las coyunturas más delicadas desde el retorno a la democracia. 


Arzobispo de Santiago, Cardenal Fernando Chomalì


En medio de una alarmante ola de violencia, el avance del crimen organizado y una clase política desgastada por los escándalos de corrupción, el país se adentra en un proceso electoral altamente polarizado y cargado de incertidumbre.

La reciente conformación del bloque "Derecha Unida", integrado por el Partido Republicano (REP), el Partido Social Cristiano (PSC) y el Partido Nacional Libertario (PNL), marca un giro decisivo en la estrategia de la ultraderecha chilena, que busca capitalizar el descontento social y las crecientes demandas de seguridad.

En el otro extremo del espectro político, por primera vez en la historia del país, una mujer liderará la candidatura presidencial del sector progresista: Jeannette Jara, una figura que, si bien proviene del oficialismo, ha buscado diferenciarse con un tono más moderado que el de su coalición. Su desafío será doble: contener el avance conservador sin ceder ante los discursos de odio, y, al mismo tiempo, reconectar con una ciudadanía profundamente desencantada.

Frente a este panorama, el Arzobispo de Santiago, Cardenal Fernando Chomalì, hizo un llamado urgente a la sensatez:

“Invito a los candidatos presidenciales a respetar la dignidad de sus adversarios, a no utilizar jamás la violencia como método político y a ser ejemplo de cultura cívica, generosidad y respeto mutuo para los jóvenes. Promuevan ideas, no el odio”.

Crimen infiltrado en el Estado

Pero los gestos simbólicos no bastan cuando el crimen organizado toca las puertas del Estado. El presidente saliente Gabriel Boric ha encendido todas las alarmas esta semana al denunciar la infiltración de redes narco en las Fuerzas Armadas, revelando el uso de recursos logísticos militares por parte de bandas criminales. Un golpe directo a la imagen institucional de uno de los pilares del Estado.

A ello se suma el impacto de una inmigración masiva que ha superado el millón de personas en la última década, y que, sin políticas públicas adecuadas de integración, ha sido usada como chivo expiatorio por sectores xenófobos para justificar políticas represivas.

Democracia en juego, heridas abiertas

El primer test será el próximo 16 de noviembre, cuando se realice la primera vuelta presidencial, junto a la elección del Congreso Nacional. Si ningún candidato supera el 50% de los votos, se realizará una segunda vuelta el 14 de diciembre.

Chile llega a esta cita clave con las heridas abiertas: una crisis de representación, profundas desigualdades sociales y una ciudadanía escéptica. Pero también con las deudas impagas con las víctimas de la nefasta dictadura militar, muchas de las cuales siguen esperando justicia, reparación y reconocimiento, mientras observan cómo otros actores políticos, incluso beneficiarios de ese régimen, siguen acumulando poder y privilegios.

La pregunta que queda en el aire es si la democracia chilena logrará sobrevivir a este nuevo asalto de populismos, violencia y corrupción, o si estamos ante un punto de quiebre histórico.

Chile heads into a presidential election marked by polarization, organized crime, and political disillusionment

 By Rodolfo Varela

Santiago, Chile – With less than four months to go before the November 16 presidential elections, Chile is entering one of the most critical political junctures since its return to democracy.


Arzobispo de Santiago, Cardenal Fernando Chomalì

Amid rising violence, the expansion of organized crime, and a political class tainted by corruption scandals, the country faces a highly polarized and deeply uncertain electoral process.

The recent formation of the "United Right"—a new coalition uniting the Republican Party (REP), the Christian Social Party (PSC), and the National Libertarian Party (PNL)—marks a strategic shift for Chile’s far-right, seeking to capitalize on public discontent and demands for harsher security measures.

On the other side of the spectrum, for the first time in the country’s history, a woman will lead the presidential candidacy of the progressive camp: Jeannette Jara. Though aligned with the current government, Jara presents a more moderate tone than her coalition, aiming to distance herself from ideological extremes and reconnect with a disenchanted citizenry.

In this context, Cardinal Fernando Chomalì, Archbishop of Santiago, issued a strong call for civility:

"I call on the presidential candidates to respect the dignity of their opponents; never to use violence as a political method; to be an example of civic culture, generosity, and mutual respect for young people; and to promote ideas, not hatred."

Crime infiltrates the State

But symbolic gestures fall short when organized crime penetrates the heart of the State. Outgoing President Gabriel Boric raised alarms this week by denouncing the infiltration of the armed forces by drug trafficking networks, exposing how criminal groups are using military resources and logistics. A direct blow to one of the country’s key institutions.

Adding to the tension is the impact of massive immigration, with over one million people arriving in the past decade. Without robust integration policies, migrants have often been scapegoated by xenophobic sectors seeking to justify repressive measures.

Democracy at stake, wounds still open

The first electoral round is scheduled for November 16, alongside legislative elections for the National Congress. If no candidate secures more than 50% of the vote, a runoff will take place on December 14.

Chile heads into this pivotal moment with deep scars: a crisis of representation, growing inequality, and widespread public distrust. But there are wounds that remain unhealed since the brutal military dictatorship—victims who continue to demand truth, justice, and reparations, while watching with dismay as some of the regime’s beneficiaries remain in positions of power and influence.

The question that lingers: can Chile’s democracy withstand this latest assault of populism, violence, and corruption? Or are we approaching a breaking point in the nation's political history?