La oposición exige soluciones inmediatas, pero arrastra responsabilidad en el colapso de un modelo que ha precarizado al país durante décadas. El presente laboral chileno evidencia una estructura agotada, falta de voluntad política y una deuda moral con sus propias víctimas.
Por Rodolfo Varela
Chile vive hoy una profunda crisis laboral. La reciente cifra entregada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que posiciona al país con un desempleo del 8,9%, el tercero más alto entre los países miembros, es mucho más que un dato técnico: es el reflejo de un modelo económico agotado, una clase política desconectada y una estructura social que sigue arrastrando heridas que nunca cerraron.
Desde la oposición, los diputados Mauro González (RN) y Sofía Cid (Prep) expresaron su “preocupación” y exigieron medidas urgentes al Ejecutivo. Sin embargo, la ciudadanía no olvida que tanto la derecha como sectores de la centroizquierda han sido responsables directos de sostener durante décadas un sistema que ha favorecido el crecimiento sin equidad, precarizando el trabajo y debilitando el rol del Estado.
“Chile se enfrenta a una crisis laboral estructural que trasciende gobiernos”.
Corrupción y falta de visión: la política en deuda con Chile
El desempleo no es un fenómeno aislado. Está vinculado directamente a una falta de planificación, a la ausencia de políticas productivas modernas y a un Estado capturado por intereses partidistas y económicos. A esto se suma la corrupción sistémica que durante años ha minado la confianza en las instituciones: financiamiento irregular de campañas, favoritismo político en licitaciones, y promesas vacías que jamás se concretan.
Mientras la clase dirigente discute en el Congreso, miles de familias esperan medidas concretas. Pero el foco está más en las disputas ideológicas que en diseñar un verdadero proyecto país.
¿Dónde están las nuevas industrias?
Chile sigue anclado a un modelo extractivista basado en la exportación de materias primas como el cobre y el litio, sin valor agregado, sin transferencia tecnológica ni una política industrial de largo plazo. No se han generado nuevas fuentes laborales en áreas estratégicas como las energías renovables, la ciencia, la economía creativa o la tecnología.
Los discursos sobre digitalización, emprendimiento y modernización chocan con una realidad en la que las pequeñas y medianas empresas enfrentan regulaciones asfixiantes, y donde no hay inversión seria en capital humano ni innovación.
Las mujeres siguen fuera del sistema
Más de 450 mil mujeres se encuentran fuera del mercado laboral. La agenda de género, según expertos como Javiera Rodríguez, directora de Mentoras, ha estado marcada más por los gestos simbólicos que por resultados tangibles. Reducir la jornada sin medidas compensatorias, subir el salario sin considerar el costo de contratación, o anunciar reformas sin sustento técnico, no ha contribuido a revertir esta exclusión histórica.
“Las mujeres no necesitan discursos, necesitan oportunidades reales, flexibilidad y condiciones que les permitan avanzar con autonomía”, afirmó Rodríguez.
La deuda con las víctimas: una herida que no cierra
En medio del debate sobre el desempleo y el crecimiento económico, permanece una deuda moral y estructural que atraviesa toda la historia reciente de Chile: la deuda histórica con las víctimas de la dictadura militar.
Miles de personas que fueron torturadas, desaparecidas, exiliadas o represaliadas aún viven en condiciones indignas. Muchas reciben pensiones miserables del sistema de AFP que nació en el mismo régimen que les negó sus derechos.
❝La transición fue pactada, y la justicia fue postergada. Hoy, cuando hablamos de desarrollo, no podemos seguir haciéndolo desde la impunidad y el olvido.❞
La derecha ha negado sistemáticamente las violaciones a los derechos humanos. Pero también sectores de centroizquierda han preferido callar, temiendo los costos políticos de incomodar a los mismos grupos que dominaron el poder económico desde 1990 en adelante.
Hoy, cualquier “nuevo pacto social” que se pretenda construir debe partir desde la memoria activa, la reparación y la justicia real.
Por un Chile verdaderamente nuestro
Chile no necesita más discursos, necesita acciones. Un país justo no se construye sobre la exclusión, el olvido ni la desigualdad.
Se necesita una política valiente, libre de corrupción, con visión productiva y auténtico compromiso social. Apostar por nuevas industrias, por empleos dignos, por la equidad de género y por cerrar la brecha de clases no es ideología: es desarrollo con dignidad.
Como ha dicho la candidata Janet Jara, los cambios estructurales requieren voluntad, pero también mayoría política. No basta con exigir reformas; hay que crear las condiciones para hacerlas posibles.
Chile tiene historia, recursos y un pueblo que no olvida. Lo que falta —y urge— es decisión.