Páginas

2025/07/11

Los medios, la dictadura y la crisis del periodismo chileno

 Por Rodolfo Varela


En Chile, hablar de periodismo es hablar de memoria, poder y ciudadanía. Y también de una profunda crisis que no es solo técnica o económica, sino ética y estructural.


Prensa y sociedad en  Chile

El periodismo está atravesando uno de sus momentos más oscuros. La transformación digital, la precarización laboral, la pérdida de influencia frente a las redes sociales y la concentración de la propiedad mediática en manos de grandes grupos económicos —muchos de ellos extranjeros— han socavado gravemente su credibilidad. Pero sería un error atribuir esta crisis únicamente a factores tecnológicos o de mercado. En el caso chileno, existe una causa más profunda, más incómoda y menos debatida: la complicidad histórica de los medios tradicionales con la dictadura cívico-militar de Pinochet, y su alianza con los grandes poderes económicos y políticos del país.

Durante los años más oscuros del autoritarismo, muchos medios guardaron silencio, distorsionaron la realidad o directamente legitimaron el horror. Hoy, algunos de esos mismos medios intentan hablar de democracia, derechos humanos y justicia, sin haber hecho una autocrítica honesta sobre su rol en el pasado. La herencia de ese silencio se paga caro: con desconfianza ciudadana, desprestigio profesional y una profunda crisis de legitimidad que incluso afecta a los medios que sí practican un periodismo ético y comprometido.

Un mapa fragmentado de la confianza

La confianza del público chileno en los medios de comunicación hoy está llena de contradicciones. La radio sigue siendo el medio más confiable: cerca del 70% de los chilenos afirma confiar en ella, según datos de Cadem. No es casualidad. La radio ha sido históricamente refugio de voces ciudadanas, espacio para la información local y, muchas veces, un canal de resistencia y dignidad.

Una prueba clara de ello fue el compromiso de destacados periodistas que marcaron una época. Desde los micrófonos de Radio Corporación CB-114, figuras como Sergio Campos, Miguel Ángel San Martín y Luis Hernán Schwaner informaron con valentía, profesionalismo y un profundo sentido de responsabilidad social. Ellos estuvieron del lado de la verdad y del pueblo, en un momento en que hacerlo era verdaderamente peligroso. Su ejemplo sigue siendo una inspiración para las nuevas generaciones.


   Sergio Campos                           Miguel Angel San Martin                             Luis Hernan Schwaner


La televisión, en cambio, pierde terreno. Aunque aún conserva cierta influencia —especialmente la televisión pagada—, su credibilidad se erosiona por contenidos vacíos, entretenimiento disfrazado de noticias y una lógica de espectáculo que ha reemplazado al periodismo serio. Los matinales son el mejor ejemplo de esta banalización: programas que entretienen, pero no informan, y que muchas veces insultan la inteligencia del público.

La prensa escrita, antaño símbolo del pensamiento crítico, hoy sufre la pérdida de lectores y de credibilidad. Diarios como El Mercurio y La Tercera, históricamente alineados con los poderes de turno, han visto aumentar el escepticismo hacia sus líneas editoriales. Mientras tanto, los medios digitales crecen, pero con una confianza fragmentada: muchos ciudadanos los consumen, pero cuestionan su fiabilidad en un entorno dominado por las fake news y la desinformación sin control.

Concentración de la propiedad, poder y silencios cómplices

Uno de los aspectos más preocupantes del ecosistema mediático chileno es la alta concentración de la propiedad. Un puñado de conglomerados —muchos con capital extranjero— controla gran parte de la prensa, la televisión y la radio. Esta concentración no solo atenta contra el pluralismo informativo, sino que limita el derecho ciudadano a una información veraz e independiente.

No se trata de afirmar que todos los medios están al servicio de intereses económicos, pero sí de reconocer que la libertad de prensa no puede entenderse únicamente como un derecho empresarial. Es, sobre todo, un derecho ciudadano a recibir información de calidad, diversa y ética.

La urgente necesidad de un nuevo pacto comunicacional

Chile necesita con urgencia un nuevo pacto comunicacional. Uno que garantice el pluralismo informativo, promueva medios comunitarios y regionales, y fortalezca la independencia periodística frente a los intereses económicos y políticos. Necesitamos una ley de medios que impida la concentración, asegure un acceso equitativo a los fondos de publicidad estatal y proteja a los periodistas de la precarización laboral.

Pero, sobre todo, necesitamos memoria. Porque no se puede construir un periodismo digno sin enfrentar las responsabilidades del pasado. Mientras muchos medios se nieguen a reconocer el papel que jugaron durante la dictadura —como cómplices activos o encubridores silenciosos—, seguiremos arrastrando una deuda ética con el pueblo.

El periodismo chileno debe reinventarse. No desde la tecnología, sino desde la verdad, la justicia y el compromiso con su historia.

The Media, the Dictatorship, and the Crisis of Chilean Journalism

 By Rodolfo Varela

In Chile, to speak about journalism is to speak about memory, power, and citizenship. And also about a profound crisis that is not merely technical or economic, but ethical and structural.


Press and society in Chile


Journalism is going through one of its darkest times. Digital transformation, job insecurity, declining influence in the face of social media, and media ownership concentrated in the hands of major economic groups—many of them foreign—have severely eroded its credibility. But it would be a mistake to attribute this crisis solely to technological or market forces. In Chile, there is a deeper, more uncomfortable, and less discussed cause: the historical complicity of traditional media with the civic-military dictatorship of Pinochet, and its alliance with the country’s economic and political powers.


During the darkest years of authoritarianism, many media outlets remained silent, distorted reality, or outright legitimized the horror. Today, some of those same outlets attempt to speak of democracy, human rights, and justice, without having made an honest self-critique about their role in the past. The legacy of that silence comes at a high price: public distrust, professional disrepute, and a deep legitimacy crisis that even affects the media that do practice ethical and committed journalism.


A Fragmented Map of Public Trust


Public trust in the Chilean media today is full of contradictions. Radio continues to be the most trusted medium: around 70% of Chileans express confidence in it, according to data from Cadem. This is no coincidence. Radio has historically been a refuge for citizen voices, a space for local information, and often, a channel of resistance and dignity.


           Sergio Campos                     Miguel Ángel San Martín                  Luis Hernan Schwaner



A clear example of this was the dedication of prominent journalists who made history. From the microphones of Radio Corporación CB-114, figures such as Sergio Campos, Miguel Ángel San Martín, and Luis Hernán Schwaner reported with courage, professionalism, and a deep sense of social responsibility. They stood on the side of truth and the people, at a time when doing so was truly dangerous. Their example remains an inspiration for future generations.


Television, on the other hand, is losing ground. While it still holds some influence—especially paid television—its credibility is eroded by empty content, entertainment disguised as news, and a logic of spectacle that has replaced serious journalism. Morning shows are the clearest example of this trivialization: programs that entertain, but don’t inform, and often insult the public’s intelligence.


Print media, once a symbol of critical thinking, is now suffering from declining readership and trust. Papers like El Mercurio and La Tercera, historically aligned with those in power, have seen increasing skepticism toward their editorial lines. Meanwhile, digital media are growing but with fragmented trust: many citizens consume them, but question their reliability in a landscape dominated by fake news and unchecked disinformation.


Ownership Concentration, Power, and Complicit Silences


One of the most worrying aspects of Chile’s media ecosystem is the high concentration of ownership. A handful of conglomerates—many with foreign capital—control much of the press, television, and radio. This concentration not only threatens media pluralism but also restricts citizens' right to truthful and independent information.


This is not to say that all media outlets serve economic interests, but we must recognize that press freedom cannot be reduced to a corporate right. It is, above all, a citizen right to quality, diverse, and ethical information.


The Urgent Need for a New Media Pact


Chile urgently needs a new media pact. One that guarantees information pluralism, promotes community and regional media, and strengthens journalistic independence from economic and political powers. We need a media law that prevents ownership concentration, ensures equitable access to public advertising funds, and protects journalists from labor precarization.


But above all, we need memory. Because there is no way to build dignified journalism without confronting past responsibilities. As long as many media outlets refuse to acknowledge the roles they played during the dictatorship—as active accomplices or silent enablers—we will continue to carry an ethical debt to the people.


Chilean journalism must reinvent itself—not through technology alone, but through truth, justice, and a sense of historical responsibility.