Desde ahí busca reescribir la historia, atacar y perseguir cualquier reivindicación a la rebelión de octubre e instalar la idea en amplios sectores que movilizarse no sirve de nada. La izquierda que se subió al carro de la Convención y militó fervientemente el apruebo de salida es incapaz de enfrentar este discurso y esta ofensiva. Sobre todo si es que hasta el día de hoy no hay un balance crítico del proceso.
Uno de los principales objetivos del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” fue desviar y desmovilizar la enorme fuerza de millones que exigían acabar con la herencia de la dictadura, una Asamblea Constituyente Libre y Soberana y que se fuera Piñera. Mareados por el triunfo electoral en convencionales, muchas organizaciones como Movimientos Sociales Constituyentes, Coordinadora Plurinacional, Lista del Pueblo se atrincheraron en la Convención y pusieron todas sus fuerzas en negociar y acordar un texto con el PC y el FA, abandonando su propia consigna de “desbordar la Convención” a través de la organización de base de la clase trabajadora y el pueblo, abandonando cualquier perspectiva de romper con el Acuerdo por la Paz y votar medidas urgentes frente a la crisis social y económica que afectaba a la mayoría del país.
Se podía tener mayoría en la Convención, pero eso no garantizaba en lo más mínimo un poder para enfrentar la ofensiva empresarial, de la derecha y el establishment concertacionista. Debilitar la organización y la movilización ayudó a que los argumentos conservadores de la derecha ganaran terreno.
Y no cabe duda que el gobierno tiene una enorme responsabilidad. Legislar con la agenda de la derecha, alinearse con los intereses de los grandes gremios que exigían ajuste fiscal y restricciones al consumo popular, traicionar su propio programa de transformaciones profundas, debilitar la organización y movilización obrera, estudiantil y popular en post de la “responsabilidad”.
Acá las dirigencias sindicales y sociales merecen un punto aparte. Nada ha sido más nocivo para la organización sindical y social que el llamado a “esperar” lo que salga de la institucionalidad. Primero nos llamaron a esperar por lo que saliera de la Convención, luego nos llevaron a confiar en que la nueva Constitución sería una conquista histórica del pueblo, luego nos llamaron a confiar en el gobierno de Gabriel Boric y esperar que cumpliera sus promesas. Ahora nos dicen que no podemos impulsar grandes movilizaciones porque esto favorecería a la derecha y debilitaría a las fuerzas progresistas. ¡Toda la operación de la derecha se basa justamente en evitar que la movilización social actúe como un factor independiente y en empujar a defender lo indefendible de un gobierno que dio la espalda a las demandas obreras y populares!
No queda absolutamente ninguna duda que esta estrategia de las dirigencias sociales ha sido un total fracaso. Y ante esta evidencia, existen algunos sectores sindicales y estudiantiles que ya hablan de recuperar la iniciativa. Hay que pasar de las palabras a los hechos e impulsar un plan de organización, coordinación desde la base y movilización para luchar por las demandas sociales postergadas, incluyendo las que el gobierno se ha negado a dar. Partiendo por un plan de lucha por salario, por pensiones y contra las AFP, por la condonación del CAE, por el aborto legal y las demandas urgentes del pueblo trabajador. Cada vez que la derecha busque limitar las demandas y el gobierno se limite a negociar las reformas, debe haber una respuesta organizada y en la calle. No hay que cederle ni un centímetro a la derecha.
La única vía para enfrentar a la derecha es que la clase trabajadora y los sectores populares emerjan con sus propios métodos, programa y organización independiente al gobierno. Apelar a golpes de efecto por fuera de la organización obrera y popular, no es más que la otra cara de la resignación y la desmoralización.
No será un nuevo estallido desorganizado el que nos salvará de la derecha. Es la fuerza de la clase trabajadora y su capacidad de golpear el corazón de las ganancias capitalistas la que puede poner a la derecha y a los grandes empresarios a la defensiva.
Luchar por un programa del pueblo trabajador y develar la demagogia de la derecha.
Luchar por un programa del pueblo trabajador y develar la demagogia de la derecha.
Para combatir la demagogia e ideología individualista que impulsa la derecha, es fundamental reponer el debate programático en todos nuestros lugares de trabajo, estudio y territorios. De lo que se trata es de develar la hipocresía de su discurso y cómo son férreos defensores de los grandes empresarios, los millonarios y de la minoría que no quiere perder sus privilegios.
Por ejemplo, frente al salvataje de las isapres que propone la derecha, que son una industria que se ha enriquecido a costa de cobros abusivos y privatización de la salud, creemos que hay que ponerle fin al negocio de la salud y las aseguradoras, apuntando a un sistema de salud público, gratuito y de acceso universal. No se trata simplemente de “cumplir el fallo” de la Corte Suprema y hacer una ley para viabilizar a las Isapres y fortalecer Fonasa como quiere el gobierno. Hay que terminar con las Isapres y el esquema de privatización de la salud. Así también, hay que poner fin a las AFP y luchar por un sistema de reparto solidario y tripartito, bajo gestión de trabajadores/as y jubilados/as.
Frente a la crisis de la educación pública que persiste y se profundiza, hay que partir por la condonación del CAE y asegurar un sistema de educación público, gratuito y de acceso universal en todos sus niveles, luchando por la gestión democrática de las comunidades, profesores, estudiantes, padres y madres.
Ante la inflación, ¡aumento general de los sueldos ahora! Los sueldos deben reajustarse automáticamente según la inflación y el salario base mínimo debe ser de $700.000. A su vez, hay que terminar con el lucro capitalista en los servicios esenciales como el agua, luz, gas y las comunicaciones nacionalizando esas empresas bajo gestión de trabajadores y usuarios.
En bienes básicos como la industria alimenticia y el retail, es necesario establecer el control sobre los precios mediante comités de trabajadores y consumidores. La clase trabajadora tiene el potencial de poder garantizar el abastecimiento, a precios accesibles, para toda la población, controlando las cadenas de productos esenciales, desde la producción, distribución hasta la venta en grandes supermercados.
Frente a la precariedad del empleo y el aumento de la informalidad, es necesario luchar por la reducción de la jornada laboral a 30 horas semanales sin rebaja de sueldo, y repartir el trabajo entre ocupados y cesantes. Esto implica combatir la política de precarización y flexibilización que terminó negociando el gobierno junto con los grandes gremios empresariales.
Los derechos sexuales y reproductivos no pueden seguir esperando. Debemos luchar por el aborto libre, legal, seguro y gratuito garantizado por el sistema de salud pública; por educación no sexista y educación sexual integral.
La salida es socialista PARTIDO ALLENDISTA DE CHILE.
Pero para combatir el avance de la derecha de manera independiente al gobierno, debemos dar la pelea en diversos ámbitos. Los nuevos fenómenos de derecha en el mundo se dan en un marco de crisis de la hegemonía neoliberal que reinó durante las últimas décadas. La tendencia a la crisis económica y a la guerra, con el salto que significa la guerra en Ucrania, se ha agudizado durante los últimos años. Así también, a lo largo de todo el mundo se han dado revueltas e importantes procesos de lucha de clases, con un recrudecimiento de la intransigencia de los gobiernos.
La lucha de la clase trabajadora francesa contra la reforma jubilatoria de Macron, da cuenta de que la clase trabajadora puede patear el tablero y ponerse en el centro de la escena nacional con sus propios métodos y reivindicaciones.
En respuesta a estas tendencias, surgen nuevos fenómenos de extrema derecha y lo hacen con un discurso explícitamente anticomunista, rabiosamente anti izquierda y con un programa que tiene por objetivo defender a los grandes capitalistas y las jugosas ganancias que han obtenido durante estos años a costa del esfuerzo y sufrimiento de millones de trabajadoras y trabajadores a lo largo del mundo.
Quieren sembrar la división al interior de la clase trabajadora y los sectores populares para evitar que esa fuerza unida se rebele contra los regímenes y el sistema capitalista.
Frente al futuro que nos ofrecen los capitalistas, que es de más crisis, más guerras, destrucción del planeta y precarización de las condiciones de vida, hay que responder con un programa anticapitalista, socialista y revolucionario, combatiendo día a día la ideología individualista y reaccionaria.
Reivindicando un socialismo desde abajo, que se proponga que los grandes resortes de la economía sean de propiedad social y expropiados del puñado de familias que hoy gobiernan el país para que sean gestionados democráticamente por la clase trabajadora y las comunidades, la inmensa mayoría del país. Partiendo por la nacionalización de los bienes naturales comunes como es el cobre, el litio y el agua, bajo gestión de trabajadores/as y comunidades en beneficio de las grandes mayorías.
Cuando hablamos de “socialismo desde abajo” nos referimos a eso: el socialismo en base a la decisión y organización de las grandes mayorías, que nada tiene que ver con la imposición burocrática desde arriba de gobiernos que hablan en nombre del socialismo como en Venezuela, pero que de socialista no tiene nada porque mantuvieron la estructura capitalista y dependiente y se impuso un régimen autoritario basado en las Fuerzas Armadas.
A su vez, si son las grandes mayorías las que decidan podremos a su vez enfrentar la crisis climática que se profundiza, ya que el centro y el motor de la producción no será la ganancia irracional de un puñado a costa de las mayorías, sino que será el bienestar de todos y todas, incluyendo nuestro entorno y al planeta mismo.
Pero para hacer posible y realista este horizonte, es necesario que sea la clase trabajadora y el pueblo quien gobierne a través de organismos de autoorganización, tomando el poder político y destruyendo el Estado capitalista tal como lo conocemos, con su aparato represivo incluido.
Estos ejemplos de auto organización nacen casi naturalmente cada vez que se agudiza la lucha de clases en Chile y el mundo, y se mostró un ejemplo histórico de esa posibilidad con los Cordones Industriales en los 70’ en Chile, que fueron un embrión de organismos del poder de los trabajadores, poder alternativo al de Estado y de los empresarios.
Por algo la dictadura centró los primeros ataques del golpe militar contra los Cordones, que se presentaban incluso como una alternativa al propio gobierno de Allende, como embriones del poder de las y los trabajadores controlando la economía y la sociedad. A 50 años del golpe militar, este es el legado que debemos reivindicar: el de la autoorganización obrera y popular y de una clase trabajadora dispuesta a luchar por el socialismo.
La conquista de organismos de auto organización que concentren el poder político de las y los trabajadores, derrotando al Estado capitalista, permitiría la planificación democrática de la economía, reduciendo la jornada de trabajo, repartiendo las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, haciendo frente a la marginación que está en la base de la violenta descomposición social, usando el avance de la tecnología a favor de las mayorías y no en contra de las y los trabajadores como sucede hoy y luchar realmente contra la destrucción del planeta a la que nos condena el capitalismo.
Luchar por esta sociedad sin explotados ni oprimidos implica enfrentarse con los grandes poderes de la clase dominante, su Estado, sus fuerzas represivas y derrotarlos a través de una revolución social, por eso debemos desde ya construir un partido de la clase trabajadora enraizado en lugares de trabajo y estudio que se prepare para vencer y conquistar un gobierno de las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo.