Por Rodolfo Varela
Mientras el país se ahoga entre la pobreza, la falta de salud, educación y justicia, el gobierno chileno avanza en silencio hacia acuerdos militares que pocos conocen y muchos deberían cuestionar.
El pasado 29 de julio, Chile firmó un nuevo convenio con Alemania que nos acerca peligrosamente a la OTAN —una alianza militar que hoy está directamente involucrada en la guerra entre Ucrania y Rusia—.
¿Quién decidió que Chile debía involucrarse en un conflicto ajeno? ¿Quién autorizó que se comprometiera la política exterior del país sin consultar a su pueblo ni al Congreso?
La firma del acuerdo por parte de la ministra de Defensa, Adriana Delpiano, y la embajadora alemana Susanne Fries-Gaier, fue tratada por los medios con la misma ligereza con la que se ocultan los temas verdaderamente importantes: unos segundos en televisión, una nota perdida en la web, y nada más.
La firma del acuerdo por parte de la ministra de Defensa, Adriana Delpiano, y la embajadora alemana Susanne Fries-Gaier, fue tratada por los medios con la misma ligereza con la que se ocultan los temas verdaderamente importantes: unos segundos en televisión, una nota perdida en la web, y nada más.

La OTAN estrecha lazos con democracias del Pacífico
Sin embargo, lo que está en juego no es menor. Este nuevo convenio eleva a Chile al Nivel 2 de cooperación con la OTAN, lo que significa adaptar nuestra estructura militar, logística y doctrinaria a los parámetros de la alianza atlántica. En palabras simples: Chile comienza a actuar bajo las reglas de las potencias que hoy promueven guerras, sanciones y bloqueos económicos en nombre de la democracia.
¿Dónde queda nuestra soberanía? ¿Dónde queda la neutralidad que históricamente nos caracterizó como país de diálogo y de paz?
Lo más grave es el hermetismo absoluto con el que se manejó este asunto. Ni el Ministerio de Defensa ni la Embajada de Alemania han respondido a las solicitudes de información de la prensa. Silencio. Un silencio institucional que duele y que, lejos de generar confianza, levanta sospechas.
Y mientras se firman estos acuerdos de cooperación militar, en Chile seguimos con hospitales colapsados, pensiones miserables, escuelas sin recursos y miles de familias viviendo en la pobreza.
¿Cómo se explica que un país con estas carencias destine tiempo, recursos y energía a firmar acuerdos con potencias extranjeras para integrarse en una alianza militar?
Nos dicen que es “por la defensa de la democracia”, pero la historia nos ha enseñado que esos discursos suelen encubrir intereses geopolíticos, económicos y estratégicos que nada tienen que ver con los pueblos.
Chile no necesita bases ni alianzas militares: necesita transparencia, justicia social y soberanía real.

Este nuevo paso hacia la OTAN no fortalece nuestra defensa: nos subordina. Nos pone del lado de los poderosos y nos aleja de la independencia que tanto nos costó construir.
Por eso, la pregunta es directa, señora ministra de Defensa, Adriana Delpiano:
¿A quién sirve este acuerdo?
¿A Chile… o a los intereses de las potencias que deciden las guerras desde lejos mientras los pueblos pagan con sangre, pobreza y silencio?
¿A quién sirve este acuerdo?
¿A Chile… o a los intereses de las potencias que deciden las guerras desde lejos mientras los pueblos pagan con sangre, pobreza y silencio?
El país merece respuestas.
Y los chilenos merecemos respeto.
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