Cuando el ingeniero Ross Brawn decidió comprar la licencia del equipo Honda, de la que era director técnico, por la retirada de la marca japonesa del Mundial, difícilmente podría pensar que al final de la temporada uno de sus monoplazas se proclamaría campeón del mundo. Si acaso, pudo soñar con ello. Su sueño se tradujo en un proyecto ambicioso, para el que incluso tanteó a Fernando Alonso, pero acabó apostando por los dos hombres que tenía en Honda y que la temporada pasada acostumbraban a ocupar los últimos puestos en cada Gran Premio: Jenson Button y Rubens Barrichello.
Pero esos mismos pilotos cambiaron el final del pelotón por los puestos delanteros y Jenson Button se convirtió en la referencia de la Fórmula 1 desde el principio de temporada. Los motores Mercedes y el famoso difusor otorgaba una ventaja abismal a los Brawn GP sobre el resto de monoplazas de la parrilla y en los primeros meses el piloto de Somerset reclutó una ventaja que al fin y a la postre ha sido decisiva.
Decisiva porque Button no ha liderado una carrera desde hace diez grandes premios, pero ha sabido gestionar sus puntos para tocar el cielo en Brasil al proclamarse campeón del mundo de Fórmula Uno, cumpliendo un sueño que, según sus propias palabras, tenía desde los ocho años de edad y que "jamás pensé que pudiera hacerse realidad".
Así, la ambición y el trabajo de un ingeniero de Manchester ha potenciado el talento de un piloto de Somerset para extender un año más el dominio británico en la F1. En 2008 fue Hamilton y la escudería McLaren los vencedores y en 2009 les han sudecido Jenson Button y Brawn GP, gracias a que el señor Ross Brawn convirtió una calabaza en un carruaje, un veloz carruaje que Button ha llevado al título mundial.