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2025/11/27

El gran negocio de las elecciones presidenciales en Chile

Cuando ser candidato se convierte en un negocio financiado por el pueblo

Por Rodolfo Varela


Vergüenza nacional, aquí está una de las mayores.


En Chile, las elecciones presidenciales ya no son solo un ejercicio democrático: se han convertido en un negocio multimillonario para muchos candidatos que, aun sabiendo que no tienen ninguna posibilidad real de llegar a La Moneda, se presentan una y otra vez con un objetivo claro: cobrar el reembolso del Servel.


Porque hay que decir las cosas como son: ese dinero no es del Servel. Es del pueblo.
Del trabajador que gana salarios de miseria, del jubilado estafado por las AFP, de las familias que sobreviven con empleos precarios y una salud pública desmoronada. Ese dinero, que debería destinarse a dignidad social, termina engordando campañas políticas dudosas, muchas veces subfacturadas, infladas o justificadas con boletas de origen incierto.


Una verdadera vergüenza nacional.


El reembolso millonario que recibirán los candidatos

Con el 100% de las mesas escrutadas, Jeannette Jara y José Antonio Kast avanzan a segunda vuelta. Pero junto a ellos hay un número que pocos quieren discutir: el reembolso electoral, un sistema que entrega dinero por cada voto recibido.




Según las cifras estimadas, los candidatos recibirían:


1- Jeannette Jara (3.476.615 votos): $5.510 millones

2- José Antonio Kast (3.097.717 votos): $4.909 millones                                                           

3- Franco Parisi (2.552.649 votos): $4.046 millones

4- Johannes Kaiser (1.804.773 votos): $2.860 millones

5- Evelyn Matthei (1.613.797 votos): $2.557 millones

6- Harold Mayne-Nicholls (163.273 votos): $258 millones

7- Marco Enríquez-Ominami (154.850 votos): $245 millones

8- Eduardo Artés (86.041 votos): $136 millones

Un negocio perfecto: aunque pierdan, ganan.


¿Cuáles son los requisitos?


Para recibir este dinero, los candidatos deben cumplir con normas del Servel: 

1- Presentar una cuenta de ingresos y gastos aprobada.

2- Acreditar que los gastos no fueron financiados por otras fuentes (partidos, aportes propios o terceros).

3- Presentar boletas o facturas vigentes por gastos de campaña, dentro del periodo autorizado.

Además, en segunda vuelta, el reembolso es de 0,01 UF por voto.


Pero la realidad es otra:


Todos sabemos cómo funcionan estas rendiciones, cómo se inflan costos, cómo aparecen productoras fantasmas, imprentas improvisadas, asesorías imposibles de verificar. Todo dentro del marco “legal”, pero lejos de cualquier ética.





Un sistema que debe terminar


Si un candidato quiere competir, que lo haga.
Pero que lo financie él, su partido o sus adherentes, no el pueblo ya cansado, explotado y abandonado por todos los gobiernos.


Chile vive con pensiones indignas, sueldos bajos, una salud en ruinas y cicatrices abiertas de la dictadura que todavía no se reparan. Y en este contexto, ver a políticos enriqueciéndose con campañas que jamás ganarán es simplemente insoportable.


Si hablamos de vergüenza nacional, aquí está una de las mayores.

La Amazonia real que muchos periodistas no quieren ver

Por Rodolfo Varela

En los últimos días se ha vuelto a repetir un fenómeno que ya conocemos muy bien en América Latina: periodistas extranjeros hablando de la Amazonia como si fuera un laboratorio experimental, un destino exótico o una vitrina climática… pero sin mencionar a la gente que vive allísu abandono histórico, su pobreza, su lucha diaria por sobrevivir.








El artículo de Fiona Harvey, publicado desde Belém, es un ejemplo perfecto de esta desconexión.


Fiona Harvey  Belém


Harvey describe lluvias, conferencias, debates legales y negociaciones interminables, pero no dice una palabra sobre la realidad brutal de millones de brasileños que habitan la región amazónica: familias enteras sin alcantarillado, sin agua potable, sin salud básica, sin empleo y sin la más mínima oportunidad de desarrollo. Gente que vive a la orilla de los ríos porque el Estado los empujó ahí, y que hoy es criminalizada por intentar sobrevivir.


Quien conoce la Amazonia de verdad —no los salones climatizados de la COP— sabe que esta región está marcada por décadas de abandono político.
Y lo más grave: ni siquiera los líderes originarios de la región defendieron a su pueblo. La ministra Marina Silva, nacida en el corazón amazónico, ha sido incapaz de ofrecer soluciones reales. Basta recordar cuando habitantes de su propia tierra le dijeron en su cara que ellos necesitaban defecar en los ríos porque no tenían alcantarillado, mientras ella utiliza baños de lujo en conferencias internacionales. Esa escena lo resume todo: dos mundos completamente distintos, el real y el que los políticos y ambientalistas profesionales quieren mostrar.


Atrapadas entre dos mundos, las poblaciones aisladas de la Amazonia luchan por mantener sus tradiciones.


Por eso afirmo, sin rodeos: la COP30 fue un fracaso.


No porque falten discursos bonitos, sino porque no se habló del ser humano amazónico, de ese brasileño olvidado que vive rodeado de riqueza ambiental y condenado a la miseria por decisiones tomadas lejos de su vida y de su realidad.


Se habló de “planes”, de “hojas de ruta”, de “transiciones energéticas”, de “documentos no vinculantes”… pero no se habló del niño que crece sin escuela, de la madre que cruza un río para llegar a un médico, del trabajador que muere de malaria porque el Estado nunca llegó.
Se habla del clima como si fuera una teoría abstracta, cuando en la Amazonia el clima es parte del cuerpo, del trabajo, de la rutina, del sufrimiento y de la comida de cada día.


La periodista Harvey mira la lluvia amazónica desde una sala sin ventanas y concluye que “en el mundo real el cambio está sucediendo”.


Yo le respondería:


El verdadero mundo real está a pocos kilómetros de donde usted escribió: vaya a verlo.
Vea a la gente. Escúchela. Entienda por qué están cansados de ser usados como telón de fondo en conferencias millonarias que no cambian nada.


Amazonas es el segundo estado con mayor porcentaje de personas en situación de pobreza.

La Amazonia no necesita discursos.
Necesita dignidad, infraestructura, empleo y respeto.

Y mientras los periodistas sigan escribiendo sobre la selva sin hablar de sus habitantes, seguirán participando en la misma desconexión que ha mantenido a la región en la miseria durante décadas.