Comunicar con respeto, educar con claridad y defender nuestra identidad.
Por Rodolfo Varela
Como hombre de radio y profesional del micrófono, con décadas de experiencia y vocación, no puedo quedarme en silencio frente al deterioro que vive hoy la radio en Chile.
No se trata solo de cambios tecnológicos: el verdadero problema está en el contenido, en el mal uso del idioma, en la falta de formación de muchos locutores, en el abandono de la música chilena, y en el olvido del rol educativo y cultural que siempre debió cumplir este medio.
Durante décadas, la radio fue escuela, compañía y espejo del país. Era un espacio que informaba con seriedad, educaba sin imponer y entretenía con respeto. Hoy, muchas emisoras —particularmente del dial FM— han reemplazado ese legado por modelos vacíos, superficiales y repetitivos, donde se habla mal, se improvisa sin contenido, y se ignora por completo el alma de lo chileno.
El idioma, reflejo de una crisis
En los años 60, Chile era reconocido como uno de los países donde mejor se hablaba el español en América Latina. Hoy, lamentablemente, es todo lo contrario. El lenguaje cotidiano está lleno de muletillas, anglicismos mal usados y modismos inentendibles. Muchos locutores refuerzan esta tendencia, transmitiendo un español empobrecido y carente de claridad. Hablar bien no es elitismo: es respeto por el oyente, por el idioma y por la profesión.
La música chilena: ausente en su propia casa
La música que suena en nuestras radios responde más a intereses comerciales extranjeros que a una real conexión con el pueblo. Predominan los ritmos importados —colombianos, centroamericanos, estadounidenses— mientras los artistas chilenos quedan fuera del dial. La radio no cumple su rol de difusora de identidad nacional. ¿Qué joven puede enamorarse de su cultura si no la escucha?
Ricardo Garcia Edmundo Soto
El Festival de Viña del Mar, alguna vez orgullo de la canción chilena, hoy es una vitrina para la industria foránea. Y la radio, lejos de corregir el rumbo, lo sigue ciegamente.
Radios comunitarias: esperanza y lucha
En este panorama, las radios comunitarias son un faro de resistencia. Los chilenos las valoran por su cercanía, participación ciudadana y contenido local. Son espacios donde los barrios hablan, donde las comunidades se reconocen. Sin embargo, enfrentan enormes desafíos: falta de profesionalización, precariedad económica y escasa visibilidad. Aun así, cumplen una función que los grandes medios han olvidado.
Sergio Campos Enrique Maluenda
El desafío: reconstruir con dignidad
Chile necesita una radio que hable bien, que piense y que conecte con su gente. Que eduque sin aburrir, que entretenga sin insultar la inteligencia, y que informe con responsabilidad. Como locutor profesional, formado en el respeto por el micrófono y la palabra, hago un llamado urgente a recuperar el espíritu de servicio público de la radio chilena.
Un homenaje necesario a quienes dignificaron el micrófono
Ellos no solo informaban o entretenían: educaban, transmitían valores, cuidaban el idioma y respetaban a su audiencia. Nos enseñaron que ser locutor no es simplemente “hablar por hablar”, sino dar sentido, contexto, emoción y contenido a cada palabra que llega al oyente.
Voces actuales que mantienen viva la esencia radial
Y aunque mucho se ha perdido, también es justo reconocer a quienes hoy siguen sosteniendo con dignidad la verdadera misión de la radio. Quiero destacar a Mauricio Gómez y Alejandro Bustamante, dos locutores de la Radio Comunitaria Caracola 106.9 FM, quienes cada mañana informan, entretienen y, sobre todo, dan voz a su público, conectando con las comunidades y rescatando ese espíritu participativo que tanto necesitamos. Ellos representan la esperanza de que la buena radio no ha muerto: solo necesita más espacios, más apoyo y más respeto.
comunicar con respeto, educar con claridad y defender nuestra identidad
Esa escuela no puede desaparecer. Es nuestra responsabilidad, como profesionales y como oyentes, exigir una radio que vuelva a dignificar el lenguaje, que valore a sus artistas, que escuche a sus comunidades y que honre a quienes abrieron camino con excelencia y ética.
Mientras haya un micrófono encendido, aún tenemos la posibilidad de hacerlo mejor.