Páginas

2025/07/14

Chile Still Owes Justice to Many of Its Victims

 

By Rodolfo Varela

On June 10th, President Gabriel Boric’s government delivered long-classified case files to the families of victims of the military dictatorship.


This is essential for strengthening our democracy, essential for strengthening human rights,” said Jaime Gajardo, Minister of Justice and Human Rights.


These documents contain key information: personal records, testimonies, expert reports, and official resolutions that served to formally recognize individuals as victims of human rights violations committed by State agents between 1973 and 1990.

This symbolic act is part of broader efforts to advance truth, justice, and memory. But serious questions remain: What about those victims who were never registered by any commission? What about those who were arrested, tortured, and exonerated without a single official record of their suffering?


I am one of them.


I was detained, tortured, and politically exonerated. But like so many others, there was no official record of my case. My pension contributions disappeared without explanation. Only one year of contributions could be recovered, from a private workers’ fund. In order to be officially recognized as an exonerated political prisoner, I had to go to court. I had to prove what the State refused to acknowledge — what so many chose to ignore.


Nelson Caucoto, lawyer specializing in Human Rights


I was represented by the courageous human rights lawyer Nelson Caucoto, whose dedication was vital in getting the courts to recognize my case. My witnesses were my dear friends and colleagues Sergio Campos Ulloa and Rafael Montes, both journalists at Radio Corporación de Santiago, where I worked until repression stole not only my job, but also years of my life and peace.


Sergio Campos and Rodolfo Varela


Due to the beatings I received during torture, I later underwent two brain surgeries for cerebral aneurysms. I also suffer from permanent hearing loss in my left ear and numerous other physical and emotional consequences that continue to affect me to this day.

In 1976, I managed to flee Chile and take refuge in Brazil, where I still live. Today, at 75 years old, I survive thanks to my children’s help and a Chilean pension that is less than 250,000 Chilean pesos — an amount that makes it impossible to live with dignity. To make matters worse, the State deducts 7% for Fonasa healthcare, even though I live abroad and have no access to that health system. This absurd deduction is yet another symbol of the indifference and disconnect between the authorities and the reality of their victims.

I’m ashamed to speak about this, but I’m even more ashamed that Chile, in 2025, continues to abandon those of us who paid the highest price for defending democracy.

We welcome the delivery of these case files. It’s an important step for many families. But it’s not enough. Because justice and reparations cannot depend on whether there is a folder in an archive. It cannot depend on whether there is a stamp or an official seal. Dignity does not require documents. The debt to us is real — and it continues to grow.

Chile cannot continue to postpone justice for those who defended the country in its darkest hour. The time has come for the State to stop looking at the past with speeches and start acting with justice in the present.

Chile aún tiene una deuda pendiente con muchas de sus víctimas


Por Rodolfo Varela


El pasado 10 de junio, el gobierno del presidente Gabriel Boric entregó a los familiares de víctimas de la sangrienta dictadura militar las carpetas de calificación que por décadas estuvieron bajo reserva. 


Esto es fundamental para el fortalecimiento de nuestra democracia, fundamental para el fortalecimiento de los derechos humanos”, Jaime Gajardo, ministro de Justicia y Derechos Humanos.


Estos documentos contienen información clave: antecedentes personales, testimonios, informes periciales y resoluciones que permitieron acreditar oficialmente a personas como víctimas de violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1973 y 1990 por agentes del Estado.

Este acto, profundamente simbólico, se inscribe dentro de los esfuerzos por avanzar hacia la verdad, la justicia y la memoria. Sin embargo, aún persisten preguntas fundamentales: ¿qué pasa con aquellas víctimas que no quedaron registradas por ninguna comisión? ¿Qué pasa con los que fueron detenidos, torturados y exonerados sin que existiera una sola línea escrita sobre su historia?


Soy uno de ellos.


Fui detenido, torturado y exonerado político. Pero como tantos otros, no existía registro oficial. Mis imposiciones previsionales desaparecieron misteriosamente. Solo lograron recuperar un año de cotizaciones, en una caja de empleados particulares. Para poder ser reconocido como exonerado político, tuve que enfrentar a la justicia. Tuve que probar lo que el Estado no quiso registrar, lo que muchos fingieron no ver.


Nelson Caucoto, abogado especialista en Derechos Humanos


Conté con la valiente representación del abogado Nelson Caucoto, destacado defensor de derechos humanos, cuya labor fue crucial para que mi historia fuera escuchada por los tribunales. Mis testigos fueron mis amigos y compañeros de trabajo Sergio Campos Ulloa y Rafael Montes, ambos periodistas de Radio Corporación de Santiago, donde trabajé hasta que la represión me arrebató no solo mi empleo, sino también años de vida y tranquilidad.


Sergio Campos y Rodolfo Varela



A causa de los golpes recibidos en la cabeza durante las sesiones de tortura, he debido someterme a dos cirugías por aneurisma cerebral. Sufro además de problemas auditivos permanentes en mi oído izquierdo y otras secuelas físicas y emocionales que me acompañan hasta hoy.

En 1976, logré salir de Chile y autoexiliarme en Brasil, donde todavía vivo. Hoy, con 75 años, sobrevivo gracias a la ayuda de mis hijos y a una pensión del Estado chileno que no alcanza los 250.000 pesos chilenos, una suma indigna que no permite vivir con dignidad. Como si eso fuera poco, me descuentan mensualmente un 7% de Fonasa, aunque vivo en el extranjero y no tengo acceso a ese sistema de salud. Ese descuento absurdo es una muestra más del abandono y la desconexión de las autoridades con la realidad de sus víctimas.

Me da vergüenza contarlo, pero más me avergüenza que Chile, en pleno 2025, mantenga este nivel de abandono con quienes pagamos el precio más alto por defender la democracia.

Celebramos la entrega de estas carpetas. Es un paso importante para muchas familias. Pero no es suficiente. Porque la reparación no puede depender de si hubo o no una carpeta. No puede depender de si existió o no una firma o un timbre. La dignidad no necesita documentos. La deuda con nosotros existe, y sigue creciendo.

Chile no puede seguir postergando a quienes lo defendieron en su hora más oscura. Es hora de que el Estado deje de mirar hacia el pasado con discursos y empiece a actuar con justicia en el presente.