Transcurría el GP de San Marino de 1994, circuito Dino y Enzo Ferrari en Imola, Italia. La tercera carrera de aquel Campeonato del Mundo representaba para Senna el punto de partida de su cuarto título mundial tras los abandonos en las dos primeras pruebas. Michael Schumacher
le aventaja en 20 puntos, y el Williams FW16 ya no arrasaba como en los dos años anteriores.
Hablamos del Gran Premio de Fórmula Uno que cambiaría la historia del deporte de motor de manera radical. Las normas de seguridad, que hasta entonces no eran una excusa, pasarían a ser una inevitable obligación en cada escudería, en cada campeonato. El circuito con más muertes. Un Gran Premio que sigue conservándose aún en la retina de los aficionados.
Un piloto prodigio
El triple campeón mundial había abandonado McLaren. Los tres campeonatos mundiales a las órdenes de Ron Dennis habían quedado atrás tras una tensa relación. La superioridad que había denotado el motor Honda a finales de los 80's y principios de los 90's ya no era tal. Ayrton Senna se embarcaba en una nueva aventura. Una travesía en el mejor equipo del momento: Williams Renault. Con su llegada había desplazado a su máximo rival en la historia, Alain Prost, relegándole a una más que merecida jubilación. Aquellos famosos enfrentamientos como compañeros de equipo habían dado paso a una época que evocaba la hegemonía de Senna a los mandos de un monoplaza.
Pero aquel Williams no parecía tan veloz. A aquel coche, que había vencido de manera aplastante los dos años anteriores, le habían sustraído su razón de ser; la electrónica. Max Mosley necesitaba abaratar costes, y los nuevos monoplazas carecían ese año de elementos vitales para su velocidad; suspensión activa, control de tracción, cambios automáticos pre-programados, ABS El recorte económico supondría también un espectáculo mayor, pero con menos seguridad en pista.
Benetton había sabido adaptarse rápido a los cambios, y Schumacher lideraba el campeonato. No obstante, la "magia" de Ayrton había logrado sobreponer estas carencias con la llegada del tercer Gran Premio. Estudiando la telemetría, hablando con los ingenieros, ajustando los cambios al máximo en su monoplaza; Senna había conseguido rebajar en un segundo sus diferencias con el Benetton en las dos anteriores carreras. Ya estaban a la par.
Viernes, sesión libre
Los ajustes de Senna daban sus frutos. Había conseguido rebajar el chasis del monoplaza al máximo. El aire circulaba a más velocidad en su tren inferior, lo que denotaba mayor agarre en curva, mayor velocidad en recta, mejores prestaciones. La sesión del viernes lo iba a confirmar. Mientras Senna disfrutaba a los mandos de un monoplaza que estaba registrando vuelta rápida tras vuelta rápida, su compatriota Rubens Barrichello se estrellaba de gravedad a los mandos de un Jordan.
Senna regresó a boxes y fue sorteando todas las medidas de seguridad para confirmar que su compañero se encontraba bien. Tuvo contacto con Rubens, se enteró que estaba fuera de peligro, se retiró del lugar; pero la tensión ya se había apoderado de él. Quedaba la carrera, y quizá podría dedicarle la victoria. Pero no quedó ahí. Al día siguiente la tragedia volvería a apoderarse del mítico circuito de Imola. El austriaco Roland Ratzenberger se estrellaba, tras un fallo en su monoplaza, y perdía la vida al chocar mortalmente contra el muro de la curva Gilles Villenueve durante la prueba de calificación.
Senna lo había presenciado por TV desde el paddock. Agachó la cabeza, se retiró a un rincón del box y lloró. Tras secarse las lágrimas, se incorporó para dirigirse a la curva donde había perdido la vida el austríaco, lo que le valió una sanción de la FIA. Una sanción que nunca llegó a pagar.
Va por ti, Roland
Ayrton había conseguido la pole position con medio segundo de ventaja sobre Schumacher. Partía con la única posibilidad de conseguir la victoria. Senna desayunó aquel día con Gerhard Berger y Niki Lauda, los mismos protagonistas que consideraron más tarde que algo raro ocurría con el piloto; estaba más nervioso que de costumbre.
El triple campeón estaba inquieto. Bajaba de su vehículo y comprobaba todas las configuraciones antes probadas. No era ya el hombre de hielo que acostumbraba. Su mirada perdida en el horizonte al bordo del monoplaza denotaba que su mente no estaba en aquella carrera.
Cuando Senna atravesó la línea de meta que le conducía al inicio de la séptima vuelta a bordo de su Williams FW16, iba primero, iba buscando su cuarto título mundial viajando a una velocidad de 304 km/h. A los 12,8 s de iniciar la séptima vuelta de aquel Premio de San Marino la historia de este deporte cambio de forma absoluta. La curva Tamburello, ahora remodelada por motivos de seguridad, le esperaba con impaciencia. A las 14:17 de aquel domingo primero de mayo de 1994 aquella curva seguía representando el fin y objetivo único que cualquier piloto de Fórmula Uno podía imaginar: la capacidad y el agarre que podía experimentar un monoplaza en una curva a su mayor velocidad.
Tomó la curva a 320 km/h, con el motor a casi 14.000 rpm. Ayrton llevaba 0.675s de ventaja sobre Schumacher cuando ocurrió la tragedia. Las modificaciones que los mecánicos habían realizado sobre el chasis del vehículo, y el enfriamiento de los neumáticos tras la salida de un Safety Car, habían provocado que éste colisionara con el suelo en el instante en el que el campeón volaba sobre Tamburello. El Williams Renault perdió el control mientras Senna volanteaba y frenaba al máximo su vehículo. El fuerte impacto contra el muro provocaría que la rueda delantera derecha saltase y golpease el casco del brasileño.
Las asistencias tardaron 21s en llegar. Los paramédicos, un minuto después. La cabeza de Senna se movería durante dos instantes debido a los impulsos nerviosos. Tras ello su cuerpo se paralizó. Los paramédicos le extrajeron el casco, y el enorme charco de sangre patente en la arena hacía prever lo peor. Cuatro horas más tarde perdía la vida el piloto de Fórmula Uno más talentoso de la historia. Tamburello había presenciado los últimos instantes de vida del piloto más rápido jamás visto.
En el interior del monoplaza, donde Senna solía llevar una pequeña bandera de Brasil en honor de sus victorias, se encontraría más tarde una bandera desgajada de Austria. Una bandera en memoria de Roland Ratzenberger. Ayrton Senna iba a dedicarle la victoria.
Palmarés y récords: Campeón del Mundo (1988, 1990, 1991), Subcampeonato (1989, 1993), récord de victorias en el GP Mónaco (5 consecutivas), récord de 40,1% "pole positions" en carreras disputadas.
Para muchos, el mejor piloto de la historia.