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2025/10/31

Chile: la deuda histórica que la política no quiere pagar

Por Rodolfo Varela

Hoy, 31 de octubre de 2025, Chile parece un país que ha olvidado sus heridas. Mientras los políticos se reparten el protagonismo entre encuestas, campañas anticipadas y disputas presupuestarias, la otra mitad del país —la de los sobrevivientes, los olvidados, los que todavía esperan justicia— sigue hundida en la pobreza, la humillación y el abandono estatal.


                                              Justicia en la Deuda Histórica?


Un país atrapado en su propio desencanto


La polarización se ha convertido en el lenguaje cotidiano. Las promesas se repiten con acentos distintos, pero con el mismo vacío moral. La población ya no cree en los partidos ni en la política, y menos aún en una justicia que exhibe indicios de corrupción, favoritismo y manipulación. Los escándalos como el “Caso Curauma” o el “Caso Ulloa” muestran un sistema judicial que muchas veces protege a los suyos en vez de proteger la verdad.


Manuel Cruzat denuncia corrupción en el Poder Judicial


Mientras tanto, el debate nacional gira en torno a encuestas presidenciales que dan ventaja a figuras de la derecha como Evelyn Matthei o José Antonio Kast, los mismos sectores que durante décadas negaron los crímenes de la dictadura y se oponen hoy a toda forma de reparación o memoria. El presidente Gabriel Boric, pese a sus discursos y gestos simbólicos, enfrenta una creciente desconfianza y una oposición que apuesta al caos antes que al diálogo.


Las implicancias del fuego cruzado entre Kast y Matthei



La deuda que nunca se paga


Han pasado más de cincuenta años desde el golpe militar, y sin embargo, miles de víctimas siguen viviendo en condiciones indignas. Muchos reciben pensiones miserables —equivalentes a la mitad del salario mínimo— que no alcanzan ni para comprar medicamentos. Otros, ancianos y enfermos, sobreviven gracias a la caridad o a redes de apoyo formadas por sus propios compañeros de lucha.


¿Dónde están las instituciones que prometieron verdad, justicia y reparación? ¿Qué hacen las organizaciones que se autodenominan defensoras de los derechos humanos mientras los exonerados, los torturados y los familiares de desaparecidos viven en la pobreza absoluta? 

La respuesta es dolorosa: se ha instalado un silencio cómplice, una burocracia fría y un Estado que prefiere mirar hacia otro lado.


Memoria y cinismo político


El reciente episodio protagonizado por Evelyn Matthei, al minimizar los crímenes de la dictadura, no es un simple desliz verbal. Es la expresión de una clase política que desprecia la memoria histórica y que ha aprendido a manipular el olvido como herramienta electoral. La reacción del país fue de indignación, pero el daño está hecho: cada palabra negacionista reabre las heridas de miles de familias que aún buscan a sus desaparecidos.


52 años del golpe de Estado

El Plan Nacional de Búsqueda, impulsado por la Subsecretaría de Derechos Humanos, intenta ser una política permanente para esclarecer el paradero de las víctimas. Pero sin recursos, sin voluntad política real y bajo el ataque constante de los sectores más reaccionarios del Congreso, su avance es lento y frágil.


Un país moralmente agotado


El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) es blanco de amenazas y propuestas de cierre. Las cárceles están hacinadas, los niños y niñas institucionalizados siguen siendo víctimas de abusos, y el pueblo mapuche continúa siendo criminalizado por defender sus tierras. En todos estos frentes, la respuesta estatal es la misma: indiferencia y represión.


Chile se desangra en su propia contradicción. Habla de crecimiento, innovación y democracia, pero no puede mirar a los ojos a sus víctimas. Mientras el Estado celebra foros internacionales como el APEC y el presidente Boric habla de multilateralismo, dentro del país hay compatriotas que ni siquiera pueden costear un tratamiento médico o acceder a una vivienda digna.


La memoria no se negocia


La deuda histórica con las víctimas de la dictadura y con todos los chilenos marginados por el sistema no se resuelve con discursos ni con homenajes protocolares. Se paga con justicia real, con reparación económica, con reconocimiento público y con una transformación moral profunda.


Mientras eso no ocurra, Chile seguirá siendo un país fragmentado, donde la miseria convive con el cinismo, y donde la justicia sigue siendo privilegio de unos pocos. Porque la memoria, mi querido Chile, no se borra ni con el tiempo ni con el silencio: se defiende, se honra y se exige.



Caso Curauma: la sombra de la corrupción judicial en Chile

 Por Rodolfo Varela

En Chile, la confianza en el Poder Judicial atraviesa una de sus peores crisis. Las sospechas de corrupción, favoritismos y manipulación de causas no son nuevas, pero el llamado “Caso Curauma” vuelve a poner en evidencia un sistema que, lejos de garantizar justicia, parece proteger intereses poderosos.


Caso Curauma | Interferencia


Desde hace más de una década, el empresario Manuel Cruzat Infante —antiguo símbolo del empresariado chileno— libra una batalla legal que revela grietas profundas en el funcionamiento del sistema judicial. Su denuncia es tan grave como clara: se habría manipulado el sistema informático del Poder Judicial para asignar su causa a un tribunal “de conveniencia”, el 2° Juzgado Civil de Santiago, en perjuicio directo de sus intereses en la quiebra del proyecto inmobiliario Curauma S.A., un megaproyecto de 3.000 hectáreas.


Según los documentos obtenidos por Interferencia, un oficio de la Corporación Administrativa del Poder Judicial (CAPJ) dirigido a la Corte Suprema el 6 de mayo de 2022 confirma que existía un criterio técnico y obligatorio para la asignación de juzgados. Dicho criterio no se habría cumplido. El sistema debía asignar la causa al 6° Juzgado Civil de Santiago, el menos congestionado según los registros de 2013. Sin embargo, de forma inexplicable —o más bien sospechosa—, el caso fue entregado al 2° Juzgado Civil de Santiago, dirigido por la jueza Inelie Durán Madina.


Ministra Inelie Durán Madina


Ese “error” cambió el destino de una causa multimillonaria. Y no fue un hecho aislado. De acuerdo con la defensa de Cruzat, el 2° Juzgado Civil ha concentrado de manera reiterada casos de alto perfil y con grandes intereses económicos, como el de LATAM Airlines, en el que el empresario Jorge Said Yarur también denunció irregularidades.


¿Casualidad? ¿O una muestra de un patrón de manipulación dentro del Poder Judicial?


Cruzat fue tajante: Manipular el sistema informático del Poder Judicial para escoger un tribunal de conveniencia es un delito. Este hecho debe ser investigado y perseguido hasta dar con los responsables y beneficiados finales”. Y tiene razón. Si un juez o un funcionario puede alterar la asignación de una causa, el sistema entero se derrumba.


Caso Curauma: oficio a la Suprema evidencia incumplimiento de criterio


En Chile, la corrupción ya no se esconde en maletines ni en sobres sellados: se disfraza de procedimiento técnico, de algoritmo neutral, de acto administrativo. Pero los documentos demuestran que ese algoritmo fue vulnerado. Que hubo una mano invisible —o muy visible— que acomodó la justicia a intereses particulares.


El Caso Curauma no solo expone una posible red de corrupción dentro de los tribunales civiles de Santiago. Revela algo aún más grave: la fragilidad institucional de un país que ha perdido la fe en sus jueces, donde la justicia parece estar al servicio del dinero y no del derecho.


Es hora de que la ciudadanía exija respuestas. Que la Corte Suprema, tantas veces silenciosa ante escándalos internos, rinda cuentas. Porque cuando la justicia se corrompe, todo el Estado se contamina.


El Caso Curauma no debe archivarse. Debe marcar un antes y un después en la historia judicial de Chile. De lo contrario, seguiremos viviendo en un país donde el poder se compra, el silencio se premia y la justicia se negocia.