Por Rodolfo Varela
La televisión chilena, otrora espacio de identidad y encuentro, hoy se ha transformado en un espejo roto que refleja lo peor de una sociedad manipulada por intereses ajenos. No es casualidad: los llamados grandes medios de comunicación de nuestro país están en manos de empresas extranjeras que no conocen ni respetan nuestra cultura. Con cada año que pasa, vemos cómo se debilita la memoria colectiva, se degradan las costumbres y se vacía el alma de un pueblo que pierde su identidad frente a la pantalla.
La percepción de que la televisión chilena es "basura" no surge de la nada. Surge de la proliferación de contenidos de baja calidad, de reality shows que glorifican el conflicto barato, de noticieros sensacionalistas que priorizan lo trivial y lo grotesco por encima del análisis profundo y de la información seria. Se trata de una televisión que banaliza la vida y margina el pensamiento crítico, condenando a una juventud a crecer sin proyecto, sin ambición y sin herramientas para comprender la realidad que los rodea.
El espectáculo del vacío
Reality shows como Gran Hermano o Tierra Brava son la prueba más clara del deterioro cultural. Estos programas no educan, no construyen, no generan conciencia: solo venden conflicto, vulgaridad y espectáculo superficial.
Programas vulgares disfrazados de conversación
Como si esto fuera poco, algunos programas de conversación nocturna se han convertido en verdaderos circos de mal gusto. El ejemplo más evidente es Tal Cual, conducido por Paty Maldonado, Raquel Argandoña y José Miguel Viñuela en TV Más. Lejos de aportar una discusión seria o cultural, el trío se dedica a revivir anécdotas sexuales, usar groserías y reproducir un humor vulgar que no enriquece en nada al debate público. Lo lamentable no es solo el bajo nivel, sino que estos espacios se presentan como "entretenimiento" para la audiencia, normalizando la mediocridad y la falta de respeto en la pantalla.
La ética periodística desaparecida
La prensa televisiva tampoco se salva. La falta de rigor, la manipulación de la agenda informativa y el sensacionalismo se evidenciaron con brutal claridad durante el estallido social de 2019. Mientras miles de chilenos exigían dignidad, los canales prefirieron criminalizar la protesta y trivializar las demandas sociales. Eso no es periodismo: es propaganda disfrazada de información.
Clasismo y racismo en pantalla
La televisión chilena no solo desinforma, también discrimina. Expertos han denunciado cómo la pantalla perpetúa estereotipos clasistas y racistas, caricaturizando a las clases populares y ridiculizando su forma de vida. Lo que debería ser un reflejo diverso y realista de nuestro pueblo, termina siendo un espejo deformado que refuerza la desigualdad.
Producciones extranjeras y abandono de lo nuestro
La invasión de telenovelas extranjeras de bajo costo —como las turcas en 2014— provocó la destrucción de la ficción nacional. Los canales renunciaron a invertir en series y producciones locales, dejando a actores, guionistas y directores sin espacios y empobreciendo aún más la televisión chilena.
El Estado no puede mirar hacia otro lado
El deterioro de la televisión chilena no es solo responsabilidad de los canales: es también responsabilidad del Estado. El Consejo Nacional de Televisión (CNTV), el Ministerio de Cultura y las autoridades competentes han permitido esta degradación cultural con su silencio y falta de fiscalización. Han tolerado la manipulación informativa, la vulgaridad en pantalla y la invasión de contenidos extranjeros que desplazan nuestra identidad.
No basta con sanciones menores o con mirar hacia otro lado. El Estado debe asumir un rol activo:
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Garantizar que la televisión cumpla su función social y cultural.
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Exigir estándares éticos y de calidad periodística.
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Promover producciones nacionales que rescaten nuestra historia, identidad y diversidad.
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Fiscalizar con rigor los contenidos que degradan y desinforman a la ciudadanía.
¿Hasta cuándo?
La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo las autoridades seguirán permitiendo que la televisión chilena sea un instrumento de manipulación y mediocridad? ¿Hasta cuándo se permitirá que la pantalla, en lugar de educar e informar, siga embruteciendo al pueblo chileno?
La televisión chilena necesita recuperar su rol social, su identidad y su respeto por la audiencia. Y es el Estado quien debe garantizar que eso ocurra. De lo contrario, seguirá siendo lo que es hoy: una televisión basura que degrada, manipula y despoja a Chile de su propia cultura.
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