Páginas

2014/12/17

Brasil redujo sus desigualdades pero los más ricos aún acaparan 41 % de renta

La reducción de la pobreza y el aumento de la renta redujeron las históricas injusticias sociales de Brasil en los últimos diez años pero el país sigue siendo uno de los más desiguales del mundo, con el 10 % de los más ricos acaparando el 41,7 % de la renta, según un estudio divulgado por el Gobierno.




“La concentración de la renta y las desigualdades se redujeron pero aún son elevadas”, concluyó el gubernamental Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) en su estudio “Síntesis de Indicadores Sociales”.

De acuerdo con el estudio, el 10 % de la población más rica acaparaba el 41,7 % de la renta total del país en 2013, un porcentaje ligeramente inferior al 45,8 % medido en 2004 y al 43,6 % de 2008.

De la misma forma, el 10 % de la población más pobre tan sólo contaba con el 1,2 % de la renta total de Brasil en 2013, ligeramente por encima del 1 % en 2004 y del 1,1 % en 2008.

Según el organismo, la participación de los más ricos en la renta total del país cayó un 9,8 % entre 2004 y 2013 y la de parte de los más pobres subió un 31,6 % en el mismo período, “pero esos movimientos no fueron suficientes para alterar substancialmente el escenario de desigualdades en la distribución de rendimientos”.

Mientras que la renta promedio de los trabajadores brasileños creció un 42,1 % entre 2004 y 2013, la de los trabajadores más pobres saltó un 84,8 % en el mismo período.

El porcentaje de empleados brasileños con contrato formal de trabajo subió desde el 45,7 % en 2004 hasta el 58 % en 2013, y mientras que la renta de los trabajadores informales saltó un 51,8 % la de los formales tan sólo creció un 26,7 %.

El estudio también reveló que, pese a que en los últimos diez años mejoró el acceso de los más pobres a la educación y al empleo, uno de cada cinco jóvenes brasileños de entre 15 y 29 años (el 20,3 % del total) ni estudia ni trabaja.

El contingente de jóvenes que ni estudia ni trabaja es proporcionalmente mayor entre las mujeres, entre las personas con menores años de estudio, entre los habitantes del empobrecido nordeste de Brasil y entre los domicilios con menor renta.

En esa población destacan las mujeres de entre 15 y 29 años con hijos, el 90 % de las cuales dejó de estudiar. Tan sólo una de cada diez mujeres en esa condición continúa sus estudios.

De las mujeres de esas edad sin hijos, el 51,2 % continúa estudiando y sólo un 11,2 % abandonó la escuela sin concluir la educación secundaria.


El porcentaje de jóvenes entre 25 y 34 años que continúa viviendo en casa de sus padres subió desde el 21,2 % en 2004 hasta el 24,6 % en 2013 como consecuencia de la falta de oportunidades de trabajo y de la necesidad de estudiar por más tiempo antes de buscar empleo.

De la misma forma, la escolaridad promedio de las personas con más de 25 años subió desde 6,4 años de estudios en 2004 hasta 7,7 años en 2013. Entre los más pobres ese aumento fue de 3,7 años de estudios en 2004 a 5,4 años en 2013.

El porcentaje de brasileños con formación universitaria prácticamente dobló en el período al pasar de un 8,1 % en 2004 a un 15,2 % el año pasado.

Mientras que los más pobres representaban el 1,7 % de los estudiantes universitarios en 2004, ese porcentaje subió al 7,2 % en 2013. En contrapartida la participación de los más ricos entre los universitario cayó del 55 % hasta el 38,8 % en el mismo período.

Homicidios: Latinoamérica, a la cabeza

América Latina y el Caribe es la región del mundo donde se producen más muertes por homicidio, con un marcador de 165.617 personas asesinadas en 2012, la mayoría mediante el uso de armas de fuego, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre prevención de la violencia.

La tasa de homicidios fue de 28,5 casos por cada 100.000 habitantes, frente a una tasa mundial de 4,6.

De acuerdo con este documento, durante el año mencionado, las muertes por violencia interpersonal a nivel planetario ascendieron a unos 475.000 casos. En el 60 por ciento de estos, las víctimas fueron hombres de entre 15 y 44 años, lo que convirtió al homicidio en la tercera causa de muerte en ese segmento poblacional.

En la región latinoamericana y caribeña, por su parte, la tasa de homicidios fue de 28,5 casos por cada 100.000 habitantes (la tasa mundial promedio es de 4,6). A la cabeza de esta deplorable lista se encuentra Honduras, con 103.9 por cada 100.000 personas, seguida por Venezuela, con 57,6; Jamaica (45,1) y Belice (44,7).

Otro Estado centroamericano, El Salvador, comparte el quinto puesto con Colombia, con 43,9 asesinados por cada 100.000, mientras que México, muy presente en los medios por la brutalidad de los asesinatos perpetrados por el narco ante la impotencia o complicidad de ciertas estructuras del Estado, muestra un índice de 22. Algo por delante tiene a Brasil (32,4), Bahamas (32), Haití (26,6) y República Dominicana (25).

En el lado opuesto se ubican, con una tasa bastante reducida de homicidios, Antigua y Barbuda (4,4 por cada 100.000 habitantes), Chile (4,6), Cuba (5), Argentina (6) y Costa Rica (8,5). Si se incluyera en la comparación a los países anglosajones de América del Norte, Canadá se llevaría la palma con la tasa más baja de asesinatos: 1,8 por cada 100.000 personas.

Estados Unidos, por su parte, exhibe un índice de 5,4, bastante bajo si se toma en cuenta la amplia libertad existente en ese país para poseer armas de fuego de pequeño o de mediano calibre (se estima que el 88 por ciento de los norteamericanos tienen una).

En cuanto a la forma en que se produjeron los homicidios, el informe indica que el 90 por ciento de los registrados en Venezuela fueron mediante el uso de armas de fuego, mientras que en El Salvador constituyeron el 77 por ciento. En todos los países de las Américas hay leyes que reglamentan las armas de fuego; sin embargo, menos de dos tercios de ellos tienen programas especiales de recompra, recolección y destrucción de armas.