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2025/07/07

La gran estafa previsional: las AFP y el silencio cómplice del poder en Chile

 Por Rodolfo Varela


Desde 1981, el pueblo chileno ha sido víctima de una maquinaria diseñada no para garantizar pensiones dignas, sino para enriquecer a un puñado de administradoras privadas: las AFP. 



Las AFP: 40 años de robo legalizado con la complicidad de todos los gobiernos


El modelo se implementó en dictadura, bajo el Decreto Ley 3.500, impulsado por José Piñera, hermano del expresidente Sebastián Piñera. Desde entonces, los gobiernos democráticos, de todos los signos políticos, han sido cómplices silenciosos de un sistema que fracasó en su promesa original y que hoy mantiene a millones de personas con pensiones miserables.

Durante décadas se vendió la mentira de que, con 10% de cotización y 30 años de trabajo, se podría jubilar con el doble del sueldo o, al menos, con el 70% de la renta promedio. Pero la verdad es que esa proyección nunca estuvo garantizada por ley, ni era realista. Se basaba en un escenario ficticio: empleo estable, sin lagunas previsionales y con una expectativa de vida mucho menor que la actual. Nada de eso refleja la realidad del trabajador chileno.

También se difundió la idea de que las AFP respondían por las pérdidas de los fondos. Falso. Siempre ha sido el afiliado quien asume el riesgo. Si el fondo pierde, la AFP no lo compensa, a menos que haya perdido mucho más que sus competidores. A eso se le llama rentabilidad mínima, que no es una garantía real, sino un mecanismo de comparación entre AFPs, no con respecto a un piso absoluto. A pesar de esto, se han modificado leyes (como la Ley 19.641 en 1999, o la 20.255 en 2008) que han debilitado los resguardos al afiliado y han reforzado los márgenes de maniobra de las administradoras.


Las AFP no son para ayudarte a jubilar. Son un negocio. Y muy buen negocio. Para ellos.


Se ha dicho que los fondos son inembargables. En teoría, sí. Pero con excepciones y mecanismos (como compensaciones por divorcio) que han abierto la puerta a debates sobre el verdadero control que tiene el afiliado sobre su ahorro. La gente cree que el dinero es de la AFP, y en la práctica muchas veces actúan como si lo fuera, imponiendo restricciones, comisiones poco transparentes, e invirtiendo esos fondos en empresas donde incluso los directores de las AFP tienen intereses cruzados.

Los multifondos, creados en 2002, se presentaron como una opción flexible. En realidad, lo que hicieron fue traspasar oficialmente el riesgo bursátil al trabajador. La AFP nunca pierde: cobra comisiones aún si hay pérdida, y gana con los excedentes sin compartir con el afiliado. Las llamadas “comisiones fantasmas” no son mito: se cobra comisión incluso si no estás cotizando activamente, y muchas veces sin que el trabajador lo entienda.

Desde Aylwin hasta Boric, ningún presidente ha desmantelado este sistema injusto. Por el contrario, cada reforma ha sido cosmética o ha terminado legitimando aún más el modelo. Se ha creado un Pilar Solidario con aportes estatales para cubrir la miseria que deja el modelo privado. ¿No sería más eficiente y justo fortalecer un sistema público de reparto mixto y solidario?

La verdadera pregunta es: ¿cuánto más debe aguantar el pueblo chileno para que los gobiernos dejen de defender los intereses de las AFP?

Es tiempo de decir las cosas como son: las AFP no garantizan una pensión digna, no asumen los riesgos, y sí lucran con los ahorros de los trabajadores. Lo más indignante es que todo esto se hace con respaldo legal, en un sistema que ha sido blindado por tecnócratas, políticos y lobbistas, mientras millones de chilenos sobreviven con pensiones que no alcanzan ni para pagar sus medicamentos.

La crisis de las pensiones no es sólo un problema económico. Es una crisis moral. Y los gobiernos que no se atreven a cambiarlo de raíz, son parte del problema.

Elecciones 2025 en Chile: ¿Otra oportunidad para la esperanza o un nuevo engaño para el pueblo?

 

Por Rodolfo Varela

El próximo 16 de noviembre, Chile vivirá una nueva elección presidencial. Una vez más, la ciudadanía será convocada a decidir su destino en las urnas. Sin embargo, más allá de las campañas, los discursos vacíos y los eslóganes publicitarios, una pregunta resuena con fuerza en el corazón del pueblo: ¿debemos seguir confiando en quienes ya nos han fallado una y otra vez?


Jeannette Jara, Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser


En las primarias del pacto oficialista Unidad para Chile, Jeannette Jara —militante del Partido Comunista— resultó vencedora frente a nombres como Carolina Tohá (PPD), Gonzalo Winter (Frente Amplio) y Jaime Mulet (FRVS). Esta primaria unificada mostró una aparente señal de unidad, pero también evidenció la fractura de una izquierda que, pese a estar en el poder con Gabriel Boric, ha sido incapaz de responder con fuerza a las legítimas demandas históricas del pueblo chileno: justicia, dignidad, salud, educación, y una reparación efectiva y concreta para los expresos políticos, exonerados, familiares de detenidos desaparecidos y torturados.


Porque sí: la Concertación —en sus años de gobiernos democráticos— no hizo lo suficiente por saldar la deuda moral con las víctimas de la dictadura. Y hoy, los partidos que la integraban o derivaron de ella, como Amarillos por Chile o los Demócratas, vuelven a la escena con nuevas máscaras, pero con el mismo silencio cómplice ante las heridas abiertas del país.


Por otro lado, la derecha tradicional y la extrema derecha —encabezadas por Evelyn Matthei y José Antonio Kast, respectivamente— no ofrecen ninguna esperanza para quienes han sido históricamente excluidos. No lo han hecho antes y no lo harán ahora. Su proyecto es claro: mantener el modelo neoliberal que beneficia a los poderosos, criminaliza la protesta, privatiza los derechos y mira con nostalgia una dictadura que dejó miles de muertos, torturados y desaparecidos. El pueblo trabajador, los jubilados, los pueblos originarios, las mujeres, los estudiantes, los migrantes: todos están fuera de su visión de país.


Y mientras tanto, más de 200 candidaturas independientes buscan reunir las más de 35.000 firmas exigidas por el Servel. Entre ellas, nombres conocidos como Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés, Tomás Jocelyn-Holt, e incluso figuras mediáticas como Harold Mayne-Nicholls, el youtuber ultraderechista Pedro Pool y la tarotista Zita Pessagno. Una mezcla que refleja la desesperanza, pero también el deseo de miles de chilenos por una alternativa distinta, aunque esta aún parezca lejana.


Hoy, el pueblo chileno enfrenta un nuevo cruce de caminos. No se trata solo de elegir un nuevo presidente. Se trata de no volver a ser engañados. Se trata de levantar la voz de los sin voz, de exigir verdad, justicia y reparación real para las víctimas de la dictadura; de rechazar la manipulación de quienes ya ocuparon el poder y nunca cumplieron.

El pueblo sigue esperando. No olvidamos. No perdonamos el abandono. Y por eso decimos:

¡Basta de promesas vacías! ¡Basta de pactos entre cúpulas! ¡El pueblo exige dignidad, memoria y futuro!

Chile’s 2025 Elections: Another Chance for Hope or a New Betrayal of the People?

 By Rodolfo Varela


On November 16, Chile will once again head to the polls for a presidential election. Once again, the people will be called upon to decide their future. But beyond the campaigns, hollow speeches, and catchy slogans, one question echoes loudly in the hearts of many: Should we keep trusting those who have failed us time and again?



Jeannette Jara, Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser


In the primary elections of the pro-government coalition "Unity for Chile," Jeannette Jara — a member of the Communist Party — emerged victorious over other candidates such as Carolina Tohá (PPD), Gonzalo Winter (Frente Amplio), and Jaime Mulet (FRVS). The unified primary appeared to be a gesture of cohesion, but it also highlighted the fractures within a left that, despite being in power under President Gabriel Boric, has failed to deliver on the most pressing demands of the Chilean people: justice, dignity, healthcare, education, and meaningful reparations for political prisoners, exonerated workers, torture survivors, and the families of the disappeared.


Because let’s be clear: the Concertación coalition — during its years in democratic power — did not do enough to repay Chile’s moral debt to the victims of the dictatorship. Today, the parties that once made up or stemmed from that coalition — like “Amarillos por Chile” or “Demócratas” — are back on the scene with new names but the same complicit silence toward the country’s unresolved wounds.


On the other side, the traditional right and the far-right — led by Evelyn Matthei and José Antonio Kast — offer no hope for the historically marginalized. They didn’t care before, and they won’t care now. Their project is crystal clear: to maintain a neoliberal system that benefits the elite, criminalizes protest, privatizes basic rights, and looks nostalgically at a dictatorship that left behind thousands of dead, tortured, and disappeared. The working class, pensioners, Indigenous peoples, women, students, migrants — none of them are included in their vision of Chile.


Meanwhile, over 200 independent hopefuls are trying to gather the 35,000 signatures required by the Electoral Service (Servel) to legalize their candidacies. Among them are familiar names like Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés, Tomás Jocelyn-Holt, and media figures like Harold Mayne-Nicholls, far-right YouTuber Pedro Pool, and tarot reader Zita Pessagno. A mix that reflects both the growing despair and the lingering desire for a different, more inclusive Chile — even if that hope still feels distant.


Today, the Chilean people stand at yet another crossroads. This is not just about electing a new president. It’s about refusing to be deceived again. It’s about raising the voice of the voiceless, demanding truth, justice, and real reparations for the victims of the dictatorship. It’s about rejecting the manipulation of those who once held power and never delivered.


The people are still waiting. We do not forget. We do not forgive abandonment. And so we say:


Enough with empty promises! Enough with backroom deals! The people demand dignity, memory, and a future!