Por Rodolfo Varela
El próximo 16 de noviembre, Chile vivirá una nueva elección presidencial. Una vez más, la ciudadanía será convocada a decidir su destino en las urnas. Sin embargo, más allá de las campañas, los discursos vacíos y los eslóganes publicitarios, una pregunta resuena con fuerza en el corazón del pueblo: ¿debemos seguir confiando en quienes ya nos han fallado una y otra vez?

En las primarias del pacto oficialista Unidad para Chile, Jeannette Jara —militante del Partido Comunista— resultó vencedora frente a nombres como Carolina Tohá (PPD), Gonzalo Winter (Frente Amplio) y Jaime Mulet (FRVS). Esta primaria unificada mostró una aparente señal de unidad, pero también evidenció la fractura de una izquierda que, pese a estar en el poder con Gabriel Boric, ha sido incapaz de responder con fuerza a las legítimas demandas históricas del pueblo chileno: justicia, dignidad, salud, educación, y una reparación efectiva y concreta para los expresos políticos, exonerados, familiares de detenidos desaparecidos y torturados.
Porque sí: la Concertación —en sus años de gobiernos democráticos— no hizo lo suficiente por saldar la deuda moral con las víctimas de la dictadura. Y hoy, los partidos que la integraban o derivaron de ella, como Amarillos por Chile o los Demócratas, vuelven a la escena con nuevas máscaras, pero con el mismo silencio cómplice ante las heridas abiertas del país.
Por otro lado, la derecha tradicional y la extrema derecha —encabezadas por Evelyn Matthei y José Antonio Kast, respectivamente— no ofrecen ninguna esperanza para quienes han sido históricamente excluidos. No lo han hecho antes y no lo harán ahora. Su proyecto es claro: mantener el modelo neoliberal que beneficia a los poderosos, criminaliza la protesta, privatiza los derechos y mira con nostalgia una dictadura que dejó miles de muertos, torturados y desaparecidos. El pueblo trabajador, los jubilados, los pueblos originarios, las mujeres, los estudiantes, los migrantes: todos están fuera de su visión de país.
Y mientras tanto, más de 200 candidaturas independientes buscan reunir las más de 35.000 firmas exigidas por el Servel. Entre ellas, nombres conocidos como Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés, Tomás Jocelyn-Holt, e incluso figuras mediáticas como Harold Mayne-Nicholls, el youtuber ultraderechista Pedro Pool y la tarotista Zita Pessagno. Una mezcla que refleja la desesperanza, pero también el deseo de miles de chilenos por una alternativa distinta, aunque esta aún parezca lejana.
Hoy, el pueblo chileno enfrenta un nuevo cruce de caminos. No se trata solo de elegir un nuevo presidente. Se trata de no volver a ser engañados. Se trata de levantar la voz de los sin voz, de exigir verdad, justicia y reparación real para las víctimas de la dictadura; de rechazar la manipulación de quienes ya ocuparon el poder y nunca cumplieron.
El pueblo sigue esperando. No olvidamos. No perdonamos el abandono. Y por eso decimos:
¡Basta de promesas vacías! ¡Basta de pactos entre cúpulas! ¡El pueblo exige dignidad, memoria y futuro!
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