Torturado y asesinado, el artista se convirtió en uno de los máximos íconos de la lucha por la igualdad social y se opuso al sangriento régimen instaurado en 1973 en Chile.
Las manifestaciones que tuvieron lugar en Chile en octubre de este año recordaron a un personaje histórico imprescindible en la historia del país. Los actos, que congregaron a más de 1 millón de personas, recuperaron las canciones de Víctor Jara, ícono político opositor a la dictadura del traidor Pinochet y militante revolucionario brutalmente asesinado por el régimen.
El Derecho de Vivir en Paz resonaba en las guitarras de los manifestantes cerca de las escalinatas de la Biblioteca Nacional en Santiago. El 25 de octubre de 2019 tuvo lugar en Chile la mayor protesta desde el gobierno autoritario de militares del país. Y Jara sigue siendo relevante para las demandas de la población, que busca más igualdad social en el país que sigue moldes neoliberales, con un actual presidente de centroderecha.
Bandera con el rostro de Víctor Jara en las manifestaciones chilenas / Crédito: Getty Images
Fue profesor de Periodismo en la Universidad de Chile, director de teatro y uno de los músicos más importantes del movimiento Nueva Canción Chilena. Sus canciones neofolclóricas narraban exactamente aquello en lo que el cantante creía y luchaba: un mundo menos desigual construido sobre el poder de la gente. También militó en el Partido Comunista de Chile y formó parte del Comité Central de la Juventud Comunista de Chile.
Por sus ideales, no sobrevivió a la dictadura instaurada por los militares chilenos mediante un sangriento golpe militar, que derrocó al presidente socialista Salvador Allende y puso en el poder al traidor Augusto Pinochet. Poco después del motín, el 11 de septiembre de 1973, Jara fue sacado de la Universidad de Chile por militares, junto con otros profesores y estudiantes. Luego fueron recluidos en el Estadio Chile, que se convirtió en uno de los mayores centros de detención y tortura de la dictadura del país.
El artista permaneció atrapado en el lugar durante unos días, pero no logró salir con vida. En medio de brutales torturas, que consistieron en quemarlo con cigarrillos, cortarle la lengua y aplastarle las manos a culatazos, Jara fue asesinado apenas cinco días después, el 16 de septiembre de ese año, de 44 tiros por parte de agentes.
Luego de ser baleado, su cuerpo fue abandonado en un matorral cercano a una favela de la ciudad de Santiago de Chile, y también cerca del Cementerio Metropolitano.
Recién en 1990 el Estado chileno reconoció el asesinato de Víctor Jara por militares del gobierno del traidor Pinochet. La Comisión de la Verdad y Reconciliación admitió que el músico fue asesinado a tiros en el Estadio Chile. En 2016, se ordenó al exmilitar Pedro Barrientos, chileno naturalizado estadounidense, pagar una indemnización a la familia del chileno.
“Lo tenían sentado. Había unos catres, de esos que se usan en el Ejército, y ahí lo tenían y golpeaban, golpeaban, golpeaban (…). Y Barrientos le dispara… casi a quemarropa” , informó José Paredes, un joven que en ese momento cumplía el servicio militar, a la edad de 18 años, y fue testigo del cruel asesinato.
Fue enterrado en el Cementerio General de Santiago de Chile y, en 2003, treinta años después del magnicidio, el Estadio Chile fue renombrado en su honor, ahora Estadio Víctor Jara, para conmemorar los terribles hechos cometidos por la dictadura del país.
Incluso durante sus días de prisión, antes de morir, escribió un poema que retrataba su situación y la de sus compañeros en medio del autoritarismo del régimen. Titulado “Estádio Chile”, el texto decía:
“Somos cinco mil aquí/ en esta pequeña parte de la ciudad/ (…) Seis de los nuestros se perdieron/ en el espacio de las estrellas./ Un muerto, un golpe como nunca creí/ podría golpear a un ser humano./ Los otros cuatro querían dejar / todos los miedos, / uno saltando al vacío, / otro golpeándose la cabeza contra una pared / pero todos con la mirada fija en la muerte./ ¡Qué asombro produce el rostro del fascismo!”.
Probable última fotografía de Víctor Jara, en un mitin del presidente Salvador Allende una semana antes del golpe militar - Getty Images
El Derecho de Vivir en Paz resonaba en las guitarras de los manifestantes cerca de las escalinatas de la Biblioteca Nacional en Santiago. El 25 de octubre de 2019 tuvo lugar en Chile la mayor protesta desde el gobierno autoritario de militares del país. Y Jara sigue siendo relevante para las demandas de la población, que busca más igualdad social en el país que sigue moldes neoliberales, con un actual presidente de centroderecha.
Por sus ideales, no sobrevivió a la dictadura instaurada por los militares chilenos mediante un sangriento golpe militar, que derrocó al presidente socialista Salvador Allende y puso en el poder al traidor Augusto Pinochet. Poco después del motín, el 11 de septiembre de 1973, Jara fue sacado de la Universidad de Chile por militares, junto con otros profesores y estudiantes. Luego fueron recluidos en el Estadio Chile, que se convirtió en uno de los mayores centros de detención y tortura de la dictadura del país.
Crédito: Getty Images
Recién en 1990 el Estado chileno reconoció el asesinato de Víctor Jara por militares del gobierno del traidor Pinochet. La Comisión de la Verdad y Reconciliación admitió que el músico fue asesinado a tiros en el Estadio Chile. En 2016, se ordenó al exmilitar Pedro Barrientos, chileno naturalizado estadounidense, pagar una indemnización a la familia del chileno.
“Lo tenían sentado. Había unos catres, de esos que se usan en el Ejército, y ahí lo tenían y golpeaban, golpeaban, golpeaban (…). Y Barrientos le dispara… casi a quemarropa” , informó José Paredes, un joven que en ese momento cumplía el servicio militar, a la edad de 18 años, y fue testigo del cruel asesinato.
Crédito: Getty Images
Incluso durante sus días de prisión, antes de morir, escribió un poema que retrataba su situación y la de sus compañeros en medio del autoritarismo del régimen. Titulado “Estádio Chile”, el texto decía:
“Somos cinco mil aquí/ en esta pequeña parte de la ciudad/ (…) Seis de los nuestros se perdieron/ en el espacio de las estrellas./ Un muerto, un golpe como nunca creí/ podría golpear a un ser humano./ Los otros cuatro querían dejar / todos los miedos, / uno saltando al vacío, / otro golpeándose la cabeza contra una pared / pero todos con la mirada fija en la muerte./ ¡Qué asombro produce el rostro del fascismo!”.