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2016/04/13


El juicio político a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, todavía no ha sido aprobado, pero el vicepresidente de la mandataria, Michel Temer, ya empezó a practicar su discurso para la ocasión.



Michel Temer



Michel Temer: ¿el próximo presidente de Brasil?



Según denunció Rousseff este martes, una grabación en la que se oye a Temer dar por sentado que el parlamento dará luz verde al proceso de impeachment es prueba irrefutable de una conspiración contra su gobierno.
Rousseff acusa a su vicepresidente de planear un golpe contra ella




Temer, sin embargo, lo niega.



Sus partidarios insisten en que el político de 75 años sólo se estaba preparando, responsablemente, para una eventualidad que terminaría catapultándolo a la presidencia.



Y es que según legislación brasileña, en caso de abrirse un juicio político en contra el presidente del país, el cargo pasa a ser asumido de forma temporal por el vicepresidente.



¿Quién es entonces el hombre que podría pasar de haber sido una figura fundamentalmente decorativa a convertirse de forma temporal en el mandatario de todos los brasileños?
Cómo sigue ahora el proceso para destituir a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff


"Un vice decorativo"



Descrito públicamente como "superencantador" pero también como "un mayordomo de película de terror", Temer era la principal ficha del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en la coalición que llevó a Rousseff a la presidencia en 2010 y 2014.


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Dilma y Temer en mejores tiempos.


El PMDB es, por número de diputados y senadores, el partido más grande de Brasil.



Pero no ha tenido candidato propio a la presidencia desde 1994, lo que no ha evitado que sea el partido que más presencia ha tenido en el gobierno federal desde el regreso de la democracia a Brasil hace 30 años.



Y, fiel a su estilo, solamente se retiró de la coalición del gobierno liderado por el izquierdista Partido de los Trabajadores el pasado 29 de marzo, sin que por ello Temer se sintiera obligado a renunciar al cargo de vicepresidente.
Qué le espera a Dilma Rousseff luego de que PMDB, el principal partido de su coalición, la abandonara.



En una carta enviada a Rousseff seis días después de la apertura del proceso de juicio político, sin embargo, Temer se quejó de no haber sido más que un "vice decorativo" y una víctima de la "desconfianza" y "menosprecio" del gobierno.



Y el tono sentimental de la misiva, que lo colocó en abierto curso de colisión con la presidenta, también terminó obligando a una revaloración de la reputación de político "ponderado", "conciliador", "cerebral" y "tranquilo" cosechada por Temer.


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Temer dijo sentirse relegado en los gobiernos de Rousseff.



"Si bien en la historia moderna brasileña hubo otros roces y tensiones entre presidentes y vicepresidentes, muchos aquí coinciden en que el nivel de hostilidad que alcanzaron Rousseff y Temer es totalmente inusual", hizo notar el corresponsal de BBC Mundo en Brasil, Gerardo Lissardy.
De qué acusan exactamente a Dilma Rousseff en el Congreso de Brasil (y no es corrupción)



Poco popular



Lissardy también destaca el bajo nivel de apoyo popular con el que cuenta el posible futuro presidente de los brasileños.



Efectivamente, según la encuestadora Datafolha, solamente el 2% de la población votaría por Temer en una elección presidencial, mientras que el 60% pide su renuncia.



Y un 58% opina que el vicepresidente también debería ser sometido a un juicio político.





RousseffImage copyright
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Dilma acusa a Temer de conspirar contra ella


Aunque como recuerda el periodista de BBC Brasil Thiago Guimarães, ni la falta de popularidad, ni los escándalos, han evitado en el pasado la progresión política de este hijo de católicos maronitas que llegaron a Brasil huyendo de Líbanoen 1925.



Y los habitantes de Btaaboura, la aldea de 200 habitantes en el norte de Líbano de la que salieron sus padres, pronto podrían verse obligados a ajustar el letrero con el nombre de la principal calle de la localidad: "Michel Tamer (sic), vicepresidente de Brasil".



Nada mal para el último de ocho hermanos nacidos en una zona rural de Sao Paulo en 1940 y que entró en el mundo de la política relativamente tarde, destacándose primero como abogado y profesor de derecho en la principal universidad de su estado natal.



En 1982, sin embargo, el actual vicepresidente dejó su bufete y las aulas para asumir el puesto de Procurador General de Sao Paulo, para luego pasar a laSecretaría de Seguridad Pública del estado, que él mismo había recomendado crear.



Recorte de prensa sobre la gestión de TemerImage copyright
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Temer saltó a la vida pública como procurador y secretario de seguridad de Sao Paulo.


"Eran tiempos de redemocratización y agitación popular, y su gestión estuvo marcada por episodios en los que el secretario negoció personalmente el fin de invasiones de predios públicos por parte de estudiantes y militantes 'sin techo'", recuerda 
Guimarães.



"Y como logros de su período le gusta mencionar la creación de las primeras delegaciones de defensa de la mujer y de los derechos de autor en el país", agrega.



Tarso Mendonça, quien trabajó con él en la secretaría, lo describe como alguien "muy organizado".



"Delegaba en personas de su absoluta confianza. Nada se le escapaba y sabía tomar medidas", le dijo a la BBC.



Cuatro años después, Temer entraría en la asamblea federal como diputado suplente, camino que repitió en 1990 no sin antes pasar por la Asamblea Constituyente, cuando votó en contra de medidas como la reforma agraria y el derecho al voto a los 16 años.



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En la Asamblea Constituyente, Temer se opuso a la reforma agraria por considerar podía estimular las invasiones de tierras.



Y luego consiguió ser electo como diputado titular en 1994, 1998, 2002 y 2006, período durante el que poco a poco fue ascendiendo dentro del PMDB.



Llegó a ser electo presidente del partido en dos oportunidades y presidente de la Cámara de Representantes en tres.



Bombero



La influencia que Temer llegó a tener durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) disminuyó notablemente con la llegada al poder de Luiz Inácio Lula da Silva, hasta que los escándalos de corrupción que empezaron a afectar al gobierno de Lula en 2005-2006 propiciaron un acercamiento entre PT y el PMDB.




Rousseff, Temer y su esposaImage copyright
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Temer junto a su esposa Marcela, 42 años menor, el día de la segunda juramentación de Dilma Rousseff.



"El PMDB apoyó la elección del PT a la presidencia de la Cámara de Representantes para el bienio 2007-2009 a cambio de garantizárselo para el período legislativo siguiente. Y en 2009 Temer -quien había retenido su escaño con los restos del cociente electoral del PMDB– asumió la presidencia del Congreso por tercera vez", explica Guimarães.



Y las dotes de "bombero" de este miembro de la orden masónica fueron requeridas una vez más en 2010, cuando el PT lo invitó a presentarse como candidato a vicepresidente para garantizar la estabilidad de un futuro gobierno de Rousseff.



Temer -quien en 2009 fue implicado en un escándalo por financiamiento ilegal a cargo de una de las constructoras involucradas actualmente en la llamada operación "Lava Jato", finalmente desestimado por el Tribunal Superior– no participó sin embargo de forma especialmente activa en la primera campaña y no fue especialmente visible durante el primer gobierno de Dilma.
Una gasolinera y un regalo misterioso: así empezó el escándalo que asedia al gobierno de Brasil


Michel TemerImage copyright
Image captionTemer, quien pertenece a la orden masónica, tiene cinco hijos y espera un sexto.

Y, a juzgar por su carta, el rol mucho más activo que jugó en la reelección tampoco se tradujo en mayores responsabilidades para el Palacio de Jaburu, la residencia oficial del vicepresidente de Brasil.



Casado en terceras nupcias con una exmodelo de 32 años de edad que está embarazada del segundo hijo de ambos, Temer tiene además tres hijas de su primer matrimonio y un hijo de otra relación.



Y en breve podría tener su revancha: nada más y nada menos que la presidencia de Brasil.


La muerte de la izquierda latinoamericana



Los últimos meses han sido devastadores para la izquierda latinoamericana. En Argentina, Venezuela y Bolivia, la izquierda sufrió contundentes derrotas. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien probablemente tomó en cuenta esas tendencias, decidió abandonar sus intentos para permanecer en el poder. En Chile, aumentan los escándalos de corrupción en torno a líderes que fueron muy respetados.


Dilma Rousseff e Luis Inácio Lula da Silva





Recientemente, una de las figuras más célebres de la izquierda latinoamericana del siglo XXI también cayó en la 
participación en la gran red de corrupción en la petrolera estatal petrobras : Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil.



La “marea roja” está menguando. ¿Por qué ahora? y ¿qué puede aprender la izquierda mientras se aleja del poder?



Desde 1998, cuando se eligió a Hugo Chávez en Venezuela, partidos, movimientos y líderes de centro izquierda moderada o de línea dura han gobernado en la mayoría de América Latina. Se reeligieron los gobernantes de izquierda, o sus remplazos, cuidadosamente seleccionados, ganaron por un amplio margen. Con contadas excepciones, estas administraciones gobernaron bien, mejoraron la vida de sus electores y promulgaron políticas macroeconómicas prudentes.



También tuvieron suerte. De 2003 a 2012, América Latina experimentó uno de los mayores auges en el mercado de materias primas de la historia moderna. Los gobiernos que pudieron exportar de todo, desde petróleo hasta soya, recibieron ingresos extraordinarios que, en la mayoría de los casos, se gastaron en programas sociales bien diseñados y accesibles.



El problema es que ninguno ahorró para las inevitables vacas flacas. Cuando los precios comenzaron a caer, los nuevos fondos soberanos, al igual que las tácticas tradicionales y los estímulos fiscales, resultaron ineficaces. Como fichas de dominó, los países vieron desplomarse sus tasas de crecimiento, hubo recortes en el gasto social y eso provocó un gran malestar entre los ciudadanos.



Esta realidad económica es la principal causa de las recientes derrotas. Pero no es la única. Muchos líderes latinoamericanos de izquierda fueron víctimas de la corrupción endémica de la región, y subestimaron la creciente intolerancia hacia esos delitos. Para cuando algunos gobiernos, como los de Chile y Bolivia, comenzaron a ponerle atención al problema ya era demasiado tarde. Estaban tan enmarañados en la tradición de prácticas corruptas como sus predecesores conservadores, civiles o militares, electos o impuestos.



CHILE: Bachelet sobre caso SQM: "No hay nadie cercano a mí que haya



El creciente escándalo en Brasil se expandió desde los altos directivos de Petrobras, la estatal petrolera, pasando por el gobierno federal y el Congreso hasta el expresidente y su círculo familiar. La Presidenta Dilma Rousseff podría ser la próxima en caer, debido a las confesiones de senadores de su propio partido y de João Santana, el asesor político que dirigió su campaña y la de Lula da Silva.



El arresto de Da Silva, al igual que la destitución de Rousseff, parecen inminentes. Pero las implicaciones trascienden las fronteras de Brasil: Santana también asesoró a candidatos de izquierda que ganaron elecciones en Venezuela y Perú.



Además hubo otros errores. Aunque los gobiernos de Chile, Brasil, Uruguay y, hasta cierto punto, Bolivia se resistieron a las tentaciones autoritarias, otros fracasaron en su intento. Algunos amordazaron a la prensa, se pusieron en contra del poder judicial, acosaron a los líderes de oposición y manipularon los sistemas electorales. Otros fueron derrotados en la lucha contra el crimen organizado y la violencia.



Dado el estado decadente de la economía y los generalizados escándalos de corrupción, es probable que la izquierda siga perdiendo elecciones: en Brasil, si hay votaciones a corto plazo; en Ecuador en 2017, y en Venezuela, tal vez este mismo año mediante un referendo revocatorio. Pese a esto, los partidos de izquierda volverán a ganar. Para cuando llegue ese día, la izquierda del mañana debe aprender dos lecciones del comienzo de este siglo.




La primera: ahorrar dinero para los malos tiempos no solo es un precepto bíblico. Si la izquierda está en el poder cuando venga el próximo auge en el mercado de las materias primas, es necesario que los gobiernos tomen medidas preventivas para el futuro. Venezuela y Ecuador deberían sacar provecho de los altos precios del petróleo —si los hay— para crear fondos de previsión administrados por organismos autónomos. Chile y Perú deberían hacer lo mismo con el cobre.



Las nuevas clases medias de la región aplaudieron los proyectos de construcción, los programas educativos y de salud que se pagaron con el efectivo del boom de las materias primas y deploraron los recortes, por justificados o inevitables que fueran. Pero los gobiernos de izquierda deben implementar estrategias para conservar esos programas cuando los ingresos disminuyen.



La forma de hacerlo no es rezar para que haya más economías diversificadas —América Latina nunca las ha tenido ni las tendrá en un buen tiempo—, sino administrar las economías basadas en recursos con mayor sabiduría y previsión.



Sin embargo, es necesario buscar con transparencia los dólares para las vacas flacas. Lo que nos lleva a la segunda lección: las causas de la corrupción en la región (la falta de rendición de cuentas, la cultura de la ilegalidad, las instituciones y la débil sociedad civil) pueden afectar a los políticos de derecha e izquierda por igual. Si los viejos políticos venezolanos aceptaron sobornos e intercambiaron favores, no había razones para esperar que la nueva élite bolivariana no hiciera lo mismo.



El Partido de los Trabajadores de Lula da Silva tuvo sus modestos orígenes en el movimiento laboral, pero el hecho de que nunca haya firmado un contrato blindado cuando estuvo en la oposición resultó absurdo. Los partidos latinoamericanos deberían prestar atención.



A fin de cuentas, el ascenso de la izquierda de principios de la década de 2000 podría haberse venido abajo debido a las altas expectativas, entre otras cosas. Cuando los precios del petróleo se desplomaron y el gobierno de Ecuador ya no pudo pagar sus nuevas carreteras y más escuelas, los ciudadanos se molestaron porque el crecimiento al que se habían acostumbrado desapareció.



Cuando Lula da Silva fue acusado de corrupción, quedó demostrado que había fracasado en su intento de traer el cambio que había prometido. Los líderes de izquierda llegaron al poder con grandes esperanzas y mayores sueños, solo para verse expuestos por sus enemigos. Lo mejor que ha podido pasarle a América Latina en estas épocas ha sido el clamor de integridad en el gobierno.



La próxima vez, la izquierda debería retomar esta bandera en lugar de descuidarla.