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El ex comandante en jefe del Ejército relata en sus memorias los hechos que lo llevaron a renunciar al gabinete de Allende y a la jefatura de su institución.
Prats, Allende y Tohá
Lunes 20 de agosto
10:00. El general Leigh me informa telefónicamente a mi oficina que el general Ruiz -en lugar de concurrir al Ministerio de Defensa Nacional, a la ceremonia de entrega del mando previamente acordada- se ha "autoacuartelado" en Los Cerrillos.
Le expreso al general Leigh que cuando se amotinó el Batallón Blindado 2, yo, como comandante en jefe del Ejército, había solicitado del Gobierno que se me dejara a mí resolver, sin interferencias políticas, el problema del Ejército. Por lo tanto, le pido que él, como comandante en jefe titular de la FACh (puesto que su nombramiento estaba totalmente tramitado), resolviera su problema interno y que yo, como ministro de Defensa Nacional, no lo interferiría.
10:00. El general Leigh me informa telefónicamente a mi oficina que el general Ruiz -en lugar de concurrir al Ministerio de Defensa Nacional, a la ceremonia de entrega del mando previamente acordada- se ha "autoacuartelado" en Los Cerrillos.
Le expreso al general Leigh que cuando se amotinó el Batallón Blindado 2, yo, como comandante en jefe del Ejército, había solicitado del Gobierno que se me dejara a mí resolver, sin interferencias políticas, el problema del Ejército. Por lo tanto, le pido que él, como comandante en jefe titular de la FACh (puesto que su nombramiento estaba totalmente tramitado), resolviera su problema interno y que yo, como ministro de Defensa Nacional, no lo interferiría.
Martes 21 de agosto
09:00. Amanezco con fiebre, afectado por una fuerte gripe. Converso con el general Pinochet. Afortunadamente la actitud de Ruiz no logró arrastrar al Ejército, aunque en su seno fueron insistentes las presiones durante el día de ayer, hasta cerca de las 16:00 para que solidarizara con Ruiz.
10:00. Reunión del Comité Operativo en la oficina del ministro del Interior. Se debaten las complejas incidencias de los paros, en los que se advierte un síntoma de reanudar la resistencia. Se analiza el informe del contralor general de la República respecto de las facultades y obligaciones de los interventores militares, que en sus aspectos fundamentales establece:
- Que la reanudación de faenas de los medios de transporte y carga servidos por el sindicato profesional de dueños de camiones dispuesta por el D.S. NO 1.085, debe conformarse estrictamente a las disposiciones de los artículos 38 de la Ley 12.927 y 160 de la Ley 16.840.
Los interventores deben limitarse a impartir a los empresarios las instrucciones "que sean física y moralmente posibles de ser llevadas a efecto por ellos" y, en el caso de no cumplir el requerimiento, "podrán asumir la administración directa del referido giro ordinario o normal de los servicios, levantando un acta y confeccionando un inventario en presencia de un ministro de fe".
- Bajo la responsabilidad inmediata y directa del interventor general, los interventores podrán adoptar las providencias necesarias dentro del régimen legal y pueden solicitar de las autoridades administrativas la ayuda necesaria dentro del sistema de reanudación de faenas que "como tal, no hace posible la intervención de Dirinco o de sus funcionarios en medidas tanto de requisición como incautación que resultan ajenas a los actos permitidos al interventor".
14: 30. Me traslado a la residencia del comandante en jefe del Ejército y me acuesto, porque ya no puedo sostenerme en pie. Como algo en cama y me duermo profundamente.
17: 15. Despierto con el bullicio que siento frente a mi domicilio. Mi mujer, muy impresionada, me dice que se han concentrado unas 300 mujeres que gritan y piden, a través del portero, que ella las reciba para entregarle una carta. Al observar, estupefacta, que participaban en la concentración varias esposas de generales y jefes en servicio activo y en retiro (muchas de ellas hasta esos momentos consideradas "sus amigas"), les había dicho que entregaran la carta al portero.
La nota dice textualmente:
Sofía:
Como esposas de oficiales y madres ante todo, nos atrevemos a acercamos hasta ti para que sirvas de portadora de un angustioso llamado que le hacemos a tu esposo.
Nuestros maridos ya no pueden usar el uniforme que con tanto orgullo siempre lo hicieron para evitar ser insultados.
Nuestros hogares han visto llegar armas que se mantienen alertas ante un peligro y eso lo lloran nuestros hijos.
Nuestros hombres salen a su trabajo y quedamos en muda plegaria rogando porque vuelvan.
El desconcierto del futuro de un país que progresaba y hoy sufre el descalabro económico más desastroso del mundo no nos permite ofrecer seguridad a nuestros hijos.
La angustia y rebeldía que sufren nuestros hombres al estar sometidos a una disciplina y ver que con ella juegan.
Y por último en este tráfago de política deben permanecer al margen de ella por su doctrina, sin embargo, ellos son el blanco de los ataques. Esto los ha llevado al límite de la desesperación.
Te rogamos Sofía intercedas ante tu esposo y lleves este ruego de tantas mujeres que lloran calladas.
Esposas de oficiales.
Muy pronto ya no son sólo mujeres las que gritan frente a mi casa: unas 1.500 personas -mujeres, hombres y menores- profieren toda clase de insultos e improperios en mi contra. Por respeto al lector, prefiero no transcribirlos.
Prats y Pinochet
Luego, se constituye en el lugar el subcomisario de la Prefectura Santiago Oriente, capitán Héctor Venegas, con otro oficial y unos veinte carabineros. Son recibidos en actitud frenética y agresiva, con denuestos y pedradas.
Una piedra lanzada contra el capitán Venegas lesiona a una distinguida dama manifestante, esposa de un jefe en retiro, lo que provoca en ella un shock histérico. A esto se suma la ofuscación desenfrenada del resto, lo que obliga a Carabineros a usar disuasivos químicos que dispersan parcialmente al grupo.
Entre los manifestantes aparecen un mayor y un capitán de Ejército en uniforme, y una persona de civil que se da conocer como oficial de Ejército que pretendía impartir órdenes a Carabineros.
El capitán de uniforme -que resultó ser Renán BaIlas Fuentealba, yerno del general (R) Alfredo Canales- se ubica frente a la puerta principal, pide silencio y textualmente manifiesta: "El general Prats no representa al Ejército de Chile y es un traidor".
Esta incitación enardece de nuevo a los manifestantes, que lanzan piedras sobre los vidrios de la residencia y pretenden ingresar al antejardín, lo que obliga a Carabineros a repelerlos.
El oficial vestido de civil resultó ser el mayor de Ejército, Luis Claudio Lobos Barrios, ayudante del general Viveros, ex ayudante del general Pinochet y comprometido en el proceso por el amotinamiento del Batallón Blindado 2.
El otro resultó ser el mayor Francisco Ramírez Migliassi, del comando de tropas del Ejército, bajo las órdenes del general Sergio Arellano.
Carabineros decide traer refuerzos ante la agresividad de los manifestantes.
19:00. Llega a mi casa el general Bonilla. Yo me había tenido que vestir poco rato antes, pese a lo mal que me sentía.
Pide hablar con mi esposa. Nos sentamos los tres en el living y se dirige a ella, dándole una explicación "de amigo" por el vejamen que se le ha inferido. Lamenta que su propia esposa, sin el conocimiento de él, haya participado en la manifestación. Sofía lo escucha y se retira. Le pregunto que si tiene algo que decirme a mí.
Me explica, entonces, que mi imagen "se ha deteriorado", porque "se dice que yo me confabulé con Allende para echar a Ruiz". Que yo había amenazado a Leigh "con echarle encima el Ejército si no resolvía luego la rebelión de Ruiz".
Yo le expreso que si mi imagen se ha deteriorado, ha sido porque los generales no han querido respaldar al Comandante en Jefe. Que si él cree en las patrañas de mi intervención para sacar a Ruiz y mis amenazas a Leigh, no tenemos ni una palabra que hablar nunca más.
Me levanto y lo invito a retirarse.
Entretanto, sigue en su apogeo la belicosa manifestación.
21: 30. Carabineros logra despejar a los manifestantes.
22:00. Nuevamente empiezan a concentrarse mujeres, hombres y menores frente a mi domicilio.
Llega el general Augusto Pinochet a expresarme sus sentimientos de pesar. Es pifiado e insultado.
Pronto llega el presidente Allende, acompañado de los ministros Letelier y Flores. También son ruidosamente pifiados cuando entran a mi casa.
El presidente me manifiesta su solidaridad y se muestra indignado. Está perplejo ante un procedimiento que califica de "indigno de hombres de armas". Está consciente de la sucia maniobra en desarrollo y expresa que es un recurso desesperado frente al fracaso de la intentona de Ruiz.
Se presenta el comisario de la Prefectura Santiago Oriente, mayor Juan Francisco Concha, advirtiendo que nuevamente ha crecido en forma considerable el número de manifestantes. Mantienen su actitud belicosa, repitiendo un coro de insultos en contra del presidente y de mí.
Yo le había encomendado a Carabineros que por ningún motivo se usara de la violencia contra los hostilizantes, porque no deseaba que después se me responsabilizara si alguna de las distinguidas damas que insultaba resultaba herida. Pero Carabineros me había representado que el público interpretaba la actitud contemplativa de ellos como predisposición favorable a los manifestantes.
Luego llega también el general subdirector de Carabineros, Jorge Urrutia Quintana, quien se preocupa personalmente de verificar el despliegue de Carabineros y ordena traer nuevos refuerzos.
Más o menos a las 23 :00, el presidente se molesta de oír tantas groserías y denuestos, y sale en persona a ordenar al Comisario Concha que proceda al despeje total del sector. Carabineros lo logra en cortos minutos.
Cuando se retiran el presidente y los ministros a las once y media, ya no quedan personas hostiles en los alrededores.
Quedo meditando en la gravedad de lo ocurrido. Al recordar uno a uno los nombres de las señoras de generales y oficiales que participaron en la manifestación, me siento como en el ensueño angustioso y tenaz de las pesadillas, considerando los largos años de falsa amistad que nos habían prodigado.
Pero cuando pasa por mi mente el recuerdo de la presencia de la esposa del general (R) Alfredo Canales y la arenga de su yerno, el capitán Ballas, se me despejan las interrogantes que me formulaba la noche del sábado 18, después de haber conversado con dos distinguidas señoras de jefes de la FACh en La Moneda.
Miércoles 22 de agosto
08:00. Converso con el general Pinochet y le expreso que estoy dispuesto a olvidar el triste episodio de ayer, si los generales me expresan públicamente su solidaridad. Eso es lo que fundamentalmente interesa en las circunstancias críticas que estamos enfrentando, ya que las reacciones de histeria femenina no pesan en mi ánimo para las relaciones de servicio.
Pinochet se manifiesta muy dolido y me asegura que hará cuanto esté de su parte por obtener una definición favorable de los generales.
12:00. Pinochet me informa telefónicamente que ha fracasado, porque sólo algunos generales están dispuestos a firmar una declaración de solidaridad. Me insiste en que hable yo con ellos.
Le respondo que por orgullo personal no debiera hacerlo, pero que estoy dispuesto a recibirlos para convencerme yo mismo de su actitud.
13:00. Me reúno con los generales Pinochet, Urbina, R. González, Baeza, Bonilla, Valenzuela, Sepúlveda, Pickering, Brady, P. Palacios, Contreras, Benavides, Álvarez, Vivero, Nuño, Arellano, Lutz, J. Palacios, Araya, Cano, J. Rodríguez y Salas.
Faltan los generales Torres, Bravo, Lagos, Forestier y Carrasco, que están en sus guarniciones de provincia, y el General Ervaldo Rodríguez, Agregado Militar en los EE. UU.
Les reitero lo dicho a Pinochet: estoy dispuesto a olvidar el incidente promovido por las esposas de varios de ellos y otras señoras de oficiales en servicio activo y en retiro, si ellos virilmente me entregan una declaración de solidaridad que se difundiría al país.
Les comento la conversación sostenida con Bonilla la tarde de ayer, en mi casa, ratificándoles la absoluta falsedad de que yo hubiera intervenido en el retiro de Ruiz. Les explico que Ruiz asumió la cartera de Obras Públicas y Transportes sin informarnos previamente a Montera y a mí, puesto que en el momento del juramento de los ministros, ambos fuimos sorprendidos al verlo asumir ahí y no en Minería, como habíamos quedado de acuerdo.
Les insisto que es de absoluta falsedad que yo haya amenazado al general Leigh "con echarle encima el Ejército", si no dominaba el conato de rebelión de Ruiz. Por el contrario, le había dejado la más total libertad de acción para que él dominara solo la situación sin entrometerme en absoluto, pese a la gravedad de lo que se vivía.
Termino diciéndoles que esperaré 24 horas la reacción de los generales y procederé consecuencialmente.
Les ofrezco la palabra y todos los presentes mantienen un significativo mutismo.
15:00. Me reúno con los subsecretarios para revisar el proyecto de bonificación especial para las FF.AA. y queda listo para su tramitación.
18:00. El presidente se reúne en La Moneda con los ministros del Interior, Relaciones Exteriores, Hacienda y Defensa Nacional; con los comandantes en jefe subrogantes; con el general director de Carabineros; con el jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y con los subsecretarios de Guerra, Marina y Aviación.
Les expone la gravedad de la coyuntura que vive el país y que está a punto de precipitarlo en la guerra civil. Señala que el vejamen inferido al ministro de Defensa Nacional está claramente en el contexto de la planificación sediciosa de la ultraderecha, como un objetivo intermedio de una inminente intentona de derrocar al gobierno. Para los conjurados, el general Prats es un obstáculo que debe neutralizarse previamente y facilitar así la participación de los militares que conspiran. Se tratan, además, otros asuntos de interés general.
Prats con Allende
Me impongo que la Confederación Nacional del Comercio Detallista, la Cámara Central de Comercio y el Sindicato de Comerciantes (Sideco) ordenaron a sus afiliados suspender momentáneamente el paro del comercio a nivel nacional, iniciado el día 21.
Jueves 23 de agosto
07:00. Leo en "El Mercurio" el acuerdo de la H. Cámara de Diputados, en virtud de un proyecto elaborado por los diputados democratacristianos José Monares, Baldemar Carrasco, Gustavo Ramírez, Eduardo Sepúlveda, -Lautaro Vergara, Arturo Freí y Carlos Sívori, y por los diputados nacionales Mario Arnello, Mario Ríos y Silvio Rodríguez.
Los catorce considerandos se refieren a las "violaciones" por el Gobierno, de la constitución y la ley, haciendo de ellas "un sistema permanente de conducta, llegando a los extremos de desconocer y atropellar sistemáticamente las atribuciones de los demás poderes del Estado, de violar habitualmente las garantías que la constitución asegura a todos los habitantes de la república y de permitir y amparar la creación de poderes paralelos ilegítimos". A los atropellos al poder legislativo, por usar de los decretos de insistencia y de los "resquicios legales", al "privar de todo efecto real" la atribución de destituir ministros y al negarse a promulgar la reforma constitucional sobre las áreas de la economía. A los "desmanes" con el poder judicial, al "capitanear una infamante campaña de injurias y calumnias contra la excelentísima Corte Suprema"; al indultar a delincuentes que pertenecen a partidos o grupos afines al gobierno y al arrogarse "el derecho de hacer un juicio de méritos a los fallos judiciales". A las violaciones de los dictámenes de la Contraloría General de la República. A los "atropellos a las garantías y derechos constitucionales", tales como la "igualdad ante la Ley", "la libertad de expresión", "la autonomía universitaria", "el derecho a reunión", "la libertad de enseñanza", "el derecho de propiedad", las "detenciones arbitrarias", los "derechos de los trabajadores y de sus organizaciones sindicales o gremiales", "la ruptura de compromisos contraídos para hacer justicia con trabajadores injustamente perseguidos". El haber contravenido "expresamente la Ley de Reforma Agraria", la negación de "participación real de los trabajadores", el "fin de la libertad sindical" y la garantía "que permite salir del país". A la formación de "organismos sediciosos", como los "comandos comunales, los consejos campesinos, los comités de vigilancia, las JAP., etc., y a la "formación y desarrollo, bajo el amparo" del Gobierno, de grupos armados".
El texto del acuerdo es el siguiente:
Primero: Representar al señor presidente de la república y a los señores ministros de Estado, miembros de las FFAA. y del cuerpo de Carabineros, el grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la república que entrañan los hechos y circunstancias referidos en los considerandos Quinto a Duodécimo precedentes.
"Les respondo con tristeza que se me ha encajonado en la alternativa de retirarme yo, con la esperanza de que Pinochet logre sustraer al Ejército de la aventura golpista inminente, o de llamar a retiro a doce o quince generales. Esta última opción desataría la guerra civil, de la que yo sería el detonante".
Representarles asimismo que, en razón de sus funciones, del juramento de fidelidad a la Constitución y a las leyes que han prestado y, en el caso de dichos Srs. ministros, de la naturaleza de las instituciones de que son altos miembros, y cuyo nombre se ha invocado para incorporarlos al ministerio, les corresponde poner inmediato término a todas las situaciones de hecho referidas que infringen la Constitución y las leyes a fin de encauzar la acción gubernativa por las vías de derecho y asegurar el orden constitucional de nuestra Patria y 'las bases esenciales de convivencia democrática entre los chilenos'.
Tercero: Declara que si así se hiciere, la presencia de dichos señores ministros en el gobierno importará un valioso servicio a la república. En caso contrario, comprometería gravemente el carácter nacional y profesional de las FFAA. y del cuerpo de Carabineros, con abierta infracción a lo dispuesto en el articulo 22 de la Constitución Política y grave deterioro de su prestigio institucional.
Cuarto: Transmitir este acuerdo al Señor presidente de la República y a los señores ministros de Hacienda, Defensa Nacional, Obras Públicas y Transportes, y Tierras y Colonización.
La lectura del texto me produce una extraña desazón. Pienso que este documento es como un hachazo decisivo, con el que se cercena en dos partes el tronco de la comunidad nacional. Con él se pretende invalidar la tesis de la presencia simbólica de los comandantes en jefe y del general director de Carabineros, como nexo entre un gobierno constitucional, esterilizado en su accionar presidencialista por la obstrucción opositora y por errores del parcelarismo en la administración del Estado, y el sector más progresista de la oposición. Surge en cambio, la tesis parlamentarista de la "pera madura", desfigurando premeditadamente la realidad chilena que requiere de un urgente y substancial reordenamiento político, económico y social, y no un retorno a la juricidad que no se ha perdido.
Pienso qué impacto provocará su lectura entre mis camaradas de armas, particularmente en aquéllos de la típica mentalidad de un Ballas o de un Lobos: este documento pasa a ser un cheque en blanco que les endosa el Parlamento.
10:00. Pinochet concurre a mi despacho a informarme que ha recogido la reacción de los generales: la posición de la mayoría es de negativa a firmar una declaración de solidaridad conmigo. Los generales Mario Sepúlveda Squella, comandante de la II D.E. y de la Guarnición de Santiago, y Guillermo Pickering Vásquez, comandante de Institutos Militares, le han presentado su renuncia indeclinable.
Ya no me cabe duda de lo que buscan los generales: librarse de los obstáculos que les impiden un pronunciamiento político institucional. El retiro de Sepúlveda y Pickering -los dos generales con mando más íntegros, honestos y profesionales que me han acompañado durante los duros 8 meses últimos y que fueron piezas claves en la acción contra el amotinamiento del Batallón Blindado 2- me deja sin intermediarios incontaminados por la pasión política.
Tercero: Declara que si así se hiciere, la presencia de dichos señores ministros en el gobierno importará un valioso servicio a la república. En caso contrario, comprometería gravemente el carácter nacional y profesional de las FFAA. y del cuerpo de Carabineros, con abierta infracción a lo dispuesto en el articulo 22 de la Constitución Política y grave deterioro de su prestigio institucional.
Cuarto: Transmitir este acuerdo al Señor presidente de la República y a los señores ministros de Hacienda, Defensa Nacional, Obras Públicas y Transportes, y Tierras y Colonización.
La lectura del texto me produce una extraña desazón. Pienso que este documento es como un hachazo decisivo, con el que se cercena en dos partes el tronco de la comunidad nacional. Con él se pretende invalidar la tesis de la presencia simbólica de los comandantes en jefe y del general director de Carabineros, como nexo entre un gobierno constitucional, esterilizado en su accionar presidencialista por la obstrucción opositora y por errores del parcelarismo en la administración del Estado, y el sector más progresista de la oposición. Surge en cambio, la tesis parlamentarista de la "pera madura", desfigurando premeditadamente la realidad chilena que requiere de un urgente y substancial reordenamiento político, económico y social, y no un retorno a la juricidad que no se ha perdido.
Pienso qué impacto provocará su lectura entre mis camaradas de armas, particularmente en aquéllos de la típica mentalidad de un Ballas o de un Lobos: este documento pasa a ser un cheque en blanco que les endosa el Parlamento.
10:00. Pinochet concurre a mi despacho a informarme que ha recogido la reacción de los generales: la posición de la mayoría es de negativa a firmar una declaración de solidaridad conmigo. Los generales Mario Sepúlveda Squella, comandante de la II D.E. y de la Guarnición de Santiago, y Guillermo Pickering Vásquez, comandante de Institutos Militares, le han presentado su renuncia indeclinable.
Ya no me cabe duda de lo que buscan los generales: librarse de los obstáculos que les impiden un pronunciamiento político institucional. El retiro de Sepúlveda y Pickering -los dos generales con mando más íntegros, honestos y profesionales que me han acompañado durante los duros 8 meses últimos y que fueron piezas claves en la acción contra el amotinamiento del Batallón Blindado 2- me deja sin intermediarios incontaminados por la pasión política.
Le pido a Pinochet que llame a Sepúlveda y Pickering.
11:00. Sostengo una emotiva entrevista con ambos. Intento disuadirlos de su determinación, pero mis argumentos no resultan convincentes frente a los de ellos. ¿Cómo se puede ejercer la gran responsabilidad de comandar las dos unidades operativas claves del Ejército en la convulsa coyuntura política que vive el país, cuando sus propios colegas generales, que no tienen mando, soliviantan a los mandos medios y subalternos o se dejan empujar por las presiones de éstos? ¿Cómo se puede responder de la disciplina de cuerpos de tropa, si la oficialidad media y subalterna está claramente perturbada por la acción psicológica que la oposición ha llevado ya al paroxismo?
Les digo que es preferible que me vaya yo, que ya he jugado mis últimas cartas y no ellos, que son una esperanza del mantenimiento del profesionalismo prescindente y con porvenir institucional. Me argumentan que su retiro me da un arma para adoptar drásticas medidas disciplinarias con aquellos generales que, con su actitud de rebeldía, van a destruir el Ejército profesional.
Orlando Letelier y Carlos Prats, ambos asesinados por la dictadura
Les respondo con tristeza que se me ha encajonado en la alternativa de retirarme yo, con la esperanza de que Pinochet logre sustraer al Ejército de la aventura golpista inminente, o de llamar a retiro a doce o quince generales. Esta última opción desataría la guerra civil, de la que yo sería el detonante.
13: 15. Me entrevisto durante dos horas y media con el presidente Allende, con un único testigo: el ministro Flores.
Le informo de la decisión de la mayoría de los generales de no firmar una declaración de solidaridad, a raíz de la manifestación frente a mi casa en la que participaron las esposas de algunos de ellos y de otros oficiales.
Le añado que los generales Sepúlveda y Pickering han renunciado indeclinablemente y que no he logrado hacerlos modificar su decisión.
Le solicito que acepte mi renuncia al Ministerio de Defensa Nacional y a la Comandancia en Jefe, que es la opción que he elegido, después de madurarla durante las veinticuatro horas que di a los generales para que meditaran su conducta. Por ello, se trata de una decisión fría y realista y no la consecuencia del ofuscamiento derivado del vejamen que se me infirió.
Se suscita un diálogo doloroso para mí: él insiste en que no debo dejarme doblegar por la intriga y la maquinación política, en circunstancias que debo sentirme orgulloso de tener mi conciencia limpia, pues nunca lo serví a él dócilmente, sino con lealtad y con criterio profesional.
La discusión se produce en un nivel en que no aparece el presidente de la República, desde un plano superior, apostrofando al comandante en jefe del Ejército, sino ambos colocados en una misma grada humana, donde un político diestro argumenta ante un soldado, teniendo en vista el interés nacional. Y éste contraargumenta, convencido de que, en aras de dicho interés, debe sacrificar su orgullo personal.
Lo convenzo, cuando le manifiesto que si yo continuara en mi cargo de titular, tendría que solicitarle que aplicara su facultad presidencial contra doce o quince generales, y esa medida iba a precipitar la guerra civil. En tal caso, yo sería el culpable de la sangre que se derramara entre hermanos y él sería el cómplice principal. Le añado que, por mi parte, no estoy dispuesto a ensangrentarme las manos y, en cambio, si me sucedía el general Pinochet -que tantas pruebas de lealtad me había dado- quedaba una posibilidad de que la situación crítica general del país propendiera a distenderse. Esto le daba la chance de contar con tiempo a él, como presidente, para lograr el buscado entendimiento con la D.C. y, a su vez, le daba a Pinochet plena independencia para llamar a retiro a los dos o tres generales más conflictivos.
Finalmente, lo informo de que he sabido -sin confirmación- que para la noche de ayer estaba concertado un "mitin de oficiales" uniformados, que se iba a efectuar en la rotonda de Vitacura, pidiendo mi salida. Este acto deliberativo se había postergado, en vista de que yo otorgué a los generales un plazo de 24 horas para darme una respuesta escrita sobre su solidaridad. De modo que, si no anunciaba hoy día mi retiro, era previsible que tuviéramos que enfrentar una nueva actitud sediciosa en la noche de hoy.
Nos despedimos doloridos y, con emoción, observo al noble ministro Flores profundamente conmovido.
16: 30. Me reúno con el almirante Merino, el general Leigh, el almirante Carvajal y los subsecretarios de Guerra, Valenzuela, de Marina, Domínguez, y de Aviación, Ortega.
Les comunico que he presentado mi renuncia indeclinable al presidente de la República tanto a mi función ministerial, como a mi cargo de comandante en jefe.
El almirante Carvajal expresa con seriedad que debo recordar que "la abdicación de O'Higgins se inscribió en la historia de Chile como el más noble gesto del prócer". Le respondo que así ocurrió, pero que recuerde que O'Higgins logró su reivindicación 20 años después, cuando estaba al borde de la muerte.
17:00. Informo de mi determinación a Pinochet y a Montero.
Me retiro a mi hogar después de firmar el texto oficial de mi renuncia.
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