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2025/08/04

Evelyn Matthei and Chile’s Uncomfortable Memory: Belated Apologies for an Open Wound

 By Rodolfo Varela 

Chile Vamos presidential candidate Evelyn Matthei publicly apologized for her controversial statements about the civil-military dictatorship of traitor Augusto Pinochet. "Nothing can justify such acts," she declared, attempting to contain the damage in a country that has not forgotten the crimes committed between 1973 and 1990.

But can a simple apology heal a wound that has been bleeding for over five decades?



                          



A context that cannot be rewritten


In April, Matthei told Radio Agricultura that the coup d’état was “necessary” and that the initial deaths were “quite inevitable.” Beyond being callous, her remarks revealed a disturbing case of historical revisionism.


“If not, we were heading straight to Cuba. There was no other alternative,” she claimed — minimizing the systematic repression, torture, forced disappearances, exile, arbitrary dismissals, and even the kidnapping and sale of Chilean children to foreign families.


Her comments triggered widespread criticism, especially from victims and their families, who are still waiting for truth, justice, and full reparation.


Apologies with electoral motives


Matthei’s apology, published Sunday in a letter to economist Sebastián Edwards in El Mercurio, appears to be a strategic move in an increasingly tense campaign. “I apologize for the pain my words may have caused,” she wrote, insisting she never intended to offend.



Terror of the Chilean dictatorship.


But Matthei is no outsider to this past. She is the daughter of General Fernando Matthei, a member of the military junta, and has repeatedly defended the dictatorship’s economic model. Her apology now seems less like an act of conviction and more like a political maneuver aimed at appeasing a disillusioned electorate.


A wounded Chile: a historical debt still unpaid


The Chilean right and far-right treat historical memory as a political nuisance. But memory is not an obstacle — it is a moral debt owed to thousands of victims. The dictatorship was not just a political rupture; it was a machinery of terror. The evidence lies in the Rettig and Valech Reports, in testimonies, in mass graves, and in military archives still hidden behind walls of secrecy.


Those who minimize or justify these crimes underestimate the intelligence of the Chilean people. Chile remembers. Chile is not blind. And Chile has not forgotten.


Reconciliation without justice?


Speaking of reconciliation without assuming responsibility or ensuring justice is political cynicism. Victims have received insufficient reparations. Many torturers remain unpunished. Stolen pensions were never returned. And the kidnapped children still search for their identities.


But this debt does not fall solely on the right. Left-wing governments have also failed. They had the opportunity to move decisively toward justice, to punish the criminals, and to return what was stolen — and they did little or nothing. Political responsibility also lies with those who, once in power, chose caution, delay, or electoral convenience.


And it's not just about governments. The Chilean people must also reflect. For decades, they have elected presidents from one political ideology while handing the National Congress over to the opposing side. How can justice be achieved and reparatory laws passed when the political system blocks every transformative initiative?


Moreover, the legacy of that dictatorship-imposed model continues to punish millions — especially retirees. Today’s pensions are not enough to survive, often below the minimum wage, and in many cases, they don’t even reach 50% of what’s needed to live with dignity.
How can there be reconciliation in a country that abandons its elders while rewarding those who looted their rights?


The voice of those who lived through the horror


Now that Chile is deep into a presidential race, it seems that everyone — right-wing politicians, former regime collaborators, businessmen, and even religious leaders — suddenly becomes good and “repentant.” But memory cannot be washed away with speeches.



Coup d'état in Chile in 1973


What the judiciary should be doing, instead of accepting convenient apologies, is investigating the wealth accumulated by families who profited directly or indirectly from the dictatorship. This includes powerful figures in the judiciary, politics, military, religious institutions, and business, as well as the civilian collaborators, such as the leaders of Colonia Dignidad — a place of horror that has yet to see full justice.


Have they forgotten all of this?


I haven’t. Because I am part of that recent history. On September 11, 1973, while others celebrated the bombing of La Moneda, I was working at Radio Corporación, alongside more than 20 colleagues. We were direct witnesses to the terror unleashed by those who now try to justify or erase what we all know happened.By Rodolfo Enrique Varela Herrera

Las consecuencias para Evelyn Matthei tras sus dichos sobre la dictadura

Por Rodolfo Varela

La candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, ha ofrecido disculpas públicas tras sus polémicas declaraciones sobre la dictadura cívico-militar encabezada por el traidor Augusto Pinochet. “Nada puede justificar semejantes actos”, afirmó, intentando enmendar el impacto de sus palabras en una ciudadanía que no ha olvidado los crímenes cometidos entre 1973 y 1990.

Pero, ¿son suficientes unas disculpas para sanar una herida que sangra hace más de cinco décadas?








Un contexto que no se puede maquillar


En abril pasado, Matthei declaró en Radio Agricultura que el golpe de Estado fue “necesario” y que las muertes durante los primeros días del régimen eran “bien inevitables”. Una afirmación que, más allá de la insensibilidad, evidencia un preocupante revisionismo histórico.


“Si no, nos íbamos derechito a Cuba. No había otra alternativa”, sostuvo entonces, minimizando la represión sistemática, las torturas, las desapariciones forzadas, los exilios, las exoneraciones arbitrarias y hasta el secuestro y la venta de niños y niñas a familias extranjeras.


Las declaraciones generaron un rechazo transversal, especialmente entre víctimas y familiares de víctimas de la dictadura, quienes aún esperan verdad, justicia y reparación integral.


Disculpas en clave electoral


Las disculpas de Matthei, publicadas este domingo en una carta dirigida al economista Sebastián Edwards en El Mercurio, buscan dar un giro a una campaña marcada por la tensión. “Desde ya me disculpo por el dolor que mis palabras pudieron causar”, dijo, asegurando que su intención nunca fue ofender.


Terror de la dictadura chilena.

Sin embargo, la candidata no es una figura externa a este pasado. Es hija del general Fernando Matthei, miembro de la Junta Militar, y ha defendido reiteradamente la obra económica del régimen. Hoy, sus disculpas parecen menos una expresión de convicción y más una estrategia de contención política frente a un electorado que se aleja de los discursos negacionistas.


Chile herido: una deuda pendiente con la verdad


La derecha y la ultraderecha chilena insisten en tratar la memoria histórica como un obstáculo para la gobernabilidad, cuando en realidad es una deuda moral con miles de víctimas. La dictadura no fue solo un quiebre institucional; fue un aparato de violencia y muerte. La evidencia está en los informes Rettig y Valech, en los testimonios, en las fosas comunes y en los archivos que aún permanecen bajo secreto militar.


Quienes hoy minimizan o relativizan estos crímenes subestiman la inteligencia del pueblo chileno, pretendiendo que ha olvidado o que ignora. No es así. Chile recuerda. Chile no es ignorante.


¿Reconciliación sin justicia?


Hablar de reconciliación sin asumir responsabilidades ni garantizar justicia es cinismo político. Las víctimas no han recibido reparación suficiente. Muchos torturadores continúan impunes. Las pensiones robadas nunca fueron devueltas. Y los niños raptados aún buscan sus identidades.


Pero esa deuda no es solo de la derecha. También los gobiernos de izquierda han fallado. Tuvieron la oportunidad de avanzar decididamente en la reparación, en la sanción a los criminales y en la devolución de lo robado, pero hicieron poco o nada. La responsabilidad política también recae sobre quienes, con el poder en las manos, optaron por la tibieza, la lentitud o el cálculo electoral.


Y no se trata solo de los gobiernos. El pueblo chileno también debe reflexionar. Durante décadas ha elegido presidentes de una ideología, mientras entrega el Congreso a representantes de la ideología opuesta. ¿Cómo se puede construir justicia y avanzar en leyes de reparación, si el propio sistema político bloquea toda iniciativa transformadora?


Además, las consecuencias de ese modelo impuesto por la dictadura aún castigan a millones de chilenos, especialmente a los jubilados. Las pensiones actuales no alcanzan para sobrevivir, son inferiores al salario mínimo, y en muchos casos no llegan ni al 50% de lo necesario para vivir con dignidad. ¿Quién puede reconciliarse con un país que abandona a sus mayores y premia a quienes saquearon sus derechos?


La voz de quienes vivieron el horror


Ahora que Chile entra en una franca carrera presidencial, pareciera que todos los involucrados —políticos de derecha, excolaboradores del régimen, y hasta algunos empresarios y religiosos— se vuelven buenos y arrepentidos. Pero la memoria no se maquilla con discursos.


Golpe de Estado no Chile em 1973


Lo que deberían hacer las autoridades judiciales, más allá de aceptar disculpas formales, es investigar a fondo las fortunas acumuladas por aquellas familias que se beneficiaron directa o indirectamente de la dictadura, incluyendo altas figuras del poder judicial, político, militar, religioso y económico, sin olvidar a los civiles que colaboraron con la represión, como los jerarcas de la Colonia Dignidad, un enclave de horror que aún sigue esperando justicia plena.


¿Acaso ya olvidaron todo esto?


Yo no. Porque yo soy parte de esa historia reciente. El 11 de septiembre de 1973, mientras otros celebraban el bombardeo a La Moneda, yo trabajaba en Radio Corporación, junto a más de 20 colegas. Fuimos testigos directos del terror desatado por quienes hoy intentan justificarse o borrar lo que todos sabemos que ocurrió.