Por Rodolfo Varela
Como hombre de izquierda, sobreviviente de la dictadura y defensor de los derechos humanos, me cuesta comprender —y aceptar— la decisión del presidente Gabriel Boric de anunciar sin consultar a nadie el respaldo de Chile a la candidatura de Michelle Bachelet para Secretaria General de la ONU.
Un cargo de semejante responsabilidad exige una conducta intachable, una historia transparente y una integridad política sin sombras. Y,lamentablemente, ese no es el perfil que veo en la ex presidenta Bachelet.
Una candidatura anunciada sin consenso
No existe confirmación oficial de que Bachelet sea candidata formal a la Secretaría General. Sin embargo, Boric decidió anunciarla públicamente durante la 80ª Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2025, sin consultar al país, al Congreso, a los partidos ni a la sociedad civil.
La convocatoria de candidaturas se realizará en diciembre de 2025 y las nominaciones oficiales deberán presentarse entre enero y febrero de 2026. Aun así, Boric actuó como si la decisión ya estuviera tomada.
Brasil, por su parte, ya muestra una fuerte inclinación a apoyarla.
Una trayectoria marcada por sombras
Es cierto que Bachelet fue presidenta en dos ocasiones, dirigió ONU Mujeres y fue Alta Comisionada de Derechos Humanos. Esa es la parte luminosa de su trayectoria. Pero también existe un lado oscuro que no se puede ignorar.
El caso más emblemático fue el Caso Caval, que involucró a su hijo Sebastián Dávalos y su nuera Natalia Compagnon.
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Dávalos fue sobreseído por falta de pruebas.
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Compagnon fue condenada por delitos tributarios.
Pero aunque Bachelet no fue condenada, el daño político fue devastador: pérdida de confianza pública, desplome de su popularidad y una herida profunda en la credibilidad de la izquierda chilena.
A esto se suman investigaciones por:
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Financiamiento irregular de campañas,
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Menciones en informes internacionales sobre corrupción,
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Redes políticas vinculadas al caso Odebrecht.
El choque con Nayib Bukele
Otro episodio que puso en duda su criterio político ocurrió durante su gestión en la ONU.
Bachelet criticó duramente las políticas de seguridad del presidente salvadoreño Nayib Bukele. La respuesta fue inmediata y feroz:
Bukele acusó a Bachelet y a los organismos de derechos humanos de defender criminales, señalando lo que consideraba una profunda hipocresía internacional.
Recordó, además, un dato clave: cuando Bachelet visitó El Salvador en 2015, en el peor año de violencia del país —el más peligroso del mundo en ese momento— ella elogió al gobierno de entonces.
Ahora, bajo su administración, El Salvador se convirtió en el país más seguro del hemisferio occidental, pero aun así enfrentaba críticas de Bachelet.
Independiente de la opinión que uno tenga de Bukele, el episodio expuso la falta de coherencia política de Bachelet y su tendencia a actuar más desde la ideología que desde la realidad concreta.
¿Este perfil es adecuado para liderar la ONU?
La ONU necesita una figura de integridad indiscutible. No basta acumular cargos; se requiere una vida pública sin manchas ni contradicciones.
Corruptelas políticas, conflictos de interés, escándalos familiares y episodios diplomáticos cuestionables dejan huellas profundas en la percepción pública.
Como sobreviviente de la dictadura, como hombre de izquierda, y como chileno que ha sufrido las consecuencias de la corrupción y del abuso de poder, no puedo apoyar esta candidatura. Y tampoco puedo concordar con el presidente Boric.
Chile merece ser representado por figuras que honren la ética, la verdad y la justicia.
La ONU también.
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