Páginas

2025/06/27

Chile ahogado por la delincuencia: 8.200 millones de dólares al año que nadie quiere asumir

 Por Rodolfo Varela


Santiago ya no duerme tarde. Al menos no como antes. La Piojera, uno de los bares más emblemáticos de la capital chilena, cierra sus puertas cada vez más temprano. 



La Piojera,un espacio donde convergen historias, tradiciones y sabores que definen la esencia de un pueblo.


Ya no por falta de clientes, sino por miedo. El crimen ha ido ganando espacio en las noches santiaguinas, expulsando a turistas y ahuyentando a los propios ciudadanos. No se trata de una sensación. Es un colapso silencioso que comienza en las calles, pero termina en la economía nacional.

Según un reciente informe del centro de estudios CLAPES UC, el aumento de la delincuencia le cuesta a Chile el 2,6% de su PIB anual, equivalente a más de 8.000 millones de dólares. Un golpe brutal para un país que durante décadas se ufanó de su estabilidad y crecimiento sostenido. Hoy, esa narrativa está en ruinas.


Negocios como La Piojera —símbolos de la identidad chilena— están siendo asfixiados. “Mis ventas han bajado un 60%”, declara Mauricio Gajardo, su gerente. Antes cerraban pasada la medianoche. Ahora, con suerte, aguantan hasta las 20:30 horas. La inseguridad ha invadido la cotidianidad. Nadie quiere arriesgarse.


¿Dónde están las autoridades? ¿Dónde está el Estado que garantizaba seguridad y orden? Las respuestas escasean, pero el daño es evidente. Los comerciantes invierten en guardias privados. Los estudiantes evitan salir. Y las familias cambian sus hábitos. Todo esto tiene un precio, y lo estamos pagando entre todos.


El gobierno ha respondido con discursos, pero no con soluciones estructurales. La criminalidad se ha expandido más rápido que cualquier política pública. Las cifras son elocuentes: la tasa de homicidios se ha duplicado desde 2015, pasando de 2,32 a 6,0 por cada 100.000 habitantes en 2024. Aun así, Chile sigue siendo uno de los países menos violentos de América Latina. Pero eso no consuela: precisamente porque la violencia era menor, su aumento reciente golpea más fuerte y más hondo.


“La gente insiste en que la zona es peligrosa”, dice Gajardo, y no se equivoca. Porque no basta con reforzar la vigilancia. Lo que está en juego es la confianza. Y esa se pierde más rápido que cualquier punto en el PIB.


La Piojera: o bar mais tradicional de Santiago do Chile


Mientras tanto, algunos locales intentan estrategias desesperadas. “Después de las 10 de la noche baja mucho el movimiento”, dice Cristian González, de Bar & Vuelvo. Ofrecen descuentos nocturnos para mantener a la clientela. Pero luchar contra el miedo con promociones es como apagar un incendio con una copa de agua.


Las cifras económicas deberían alarmar a La Moneda tanto como los asesinatos. ¿Cómo crecerá Chile si las empresas cierran temprano, si la inversión extranjera se retrae y si la ciudadanía se repliega en sus casas? ¿Dónde están las medidas urgentes para recuperar los espacios públicos, proteger al comercio local y garantizar condiciones mínimas de seguridad?


El país está en una encrucijada. Puede seguir negando la magnitud del problema o enfrentarlo con decisión. Pero el tiempo se agota. Y si no se actúa con rapidez, quizás ya no quede nadie para apagar la luz cuando el último bar cierre sus puertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario