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2025/08/11

Hasta cuándo las narrativas falsas en Chile


Por: Rodolfo Varela

Asistiendo y leyendo en estos días sobre las elecciones presidenciales en Chile, me encontré con el mismo libreto de siempre: los candidatos de derecha repitiendo su discurso sobre Cuba, Venezuela y otros gobiernos de izquierda, mientras justifican, directa o indirectamente, lo ocurrido en nuestra historia reciente. Siguen negando las violaciones a los derechos humanos, las muertes, las torturas, las desapariciones y el secuestro y venta de niños y niñas.


Los candidatos presidenciales confirmados para las elecciones 2025 en Chile


Pero la gran deuda pendiente de Chile no está en La Habana ni en Caracas. Está aquí, en nuestra tierra, marcada por pensiones miserables, pobreza, delincuencia, corrupción política y judicial, el robo de las AFP, la violencia en aumento, el desempleo creciente y leyes laborales que siguen beneficiando más a los empleadores que a los trabajadores. A todo esto se suma la desinformación de medios de comunicación que, en lugar de servir al pueblo, protegen intereses políticos y económicos. Gobiernos de derecha e izquierda han tenido décadas para saldar esta deuda y ninguno lo ha hecho.


El tema de los derechos humanos y la dictadura se usa como combustible para campañas presidenciales y como cortina de humo para distraer al electorado. Los políticos prefieren seguir vendiendo narrativas falsas antes que enfrentar la miseria de millones de chilenos. Y así, algunos de derecha siguen llamando “acto patriótico” al golpe de 1973, repitiendo el mito de una supuesta guerra civil inminente.


¡La pobreza por ingreso bajó desde un 10,7%



La verdad es que las bodegas estaban llenas y, tras el golpe, los productos aparecieron mágicamente en supermercados y tiendas. Además, lo que ni la derecha ni la izquierda mencionan es que la propia población ya había sido desarmada por militares y carabineros mucho antes del 11 de septiembre de 1973.


¿En guerra con quién estaban los militares si no había nadie en las calles? ¿Con cacerolas y palos se defiende un pueblo? Esa historia se la siguen contando a Chile, y lo más grave es que muchos la creen.


Chile no es Cuba, ni Argentina, ni Venezuela, ni Estados Unidos. Nuestros problemas son chilenos y nuestras heridas también. Es hora de dejar de mentir y pagar la deuda escrita con la sangre de los propios chilenos.


El artículo publicado este fin de semana por Manuel Acuña Asenjo es un buen recordatorio de que, en la política nacional, empresarios y políticos están entrelazados como en un viejo pacto feudal. Los primeros financian y dictan la línea; los segundos ejecutan. No importa si se visten de derecha o de izquierda: ambos han protegido el statu quo, beneficiando a unos pocos y postergando siempre a la gran mayoría.


Pero la pregunta más importante es: ¿cuándo será el día en que tengamos un candidato que presente un programa de gobierno pensado para Chile y para los chilenos? Un proyecto que ponga sobre la mesa problemas concretos y soluciones reales: pensiones dignas, salud oportuna, seguridad verdadera, justicia sin privilegios, reparación a las víctimas, oportunidades de empleo para todos, leyes laborales justas y una política que devuelva la verdad a los medios de comunicación. Ese es el programa que la gente espera, y no promesas vacías ni peleas ideológicas que solo sirven para dividirnos y distraernos.


¿Por qué hablar de pobreza en Chile?


Los chilenos estamos cansados de la corrupción política, judicial, religiosa y militar. Basta ya. No queremos más narrativas para distraer. Queremos soluciones reales, justicia de verdad y un gobierno que gobierne para su pueblo, no para sus financistas ni para sus partidos.


Ha llegado el momento de levantar la vista y reconocernos como lo que realmente somos: hermanos de una misma tierra. Basta de odios heredados y de divisiones humillantes. Solo unidos podremos cambiar el rumbo del país. Unidad por Chile no es un eslogan, es una necesidad urgente. No somos enemigos: somos chilenos, y el futuro lo escribiremos juntos.

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