Por Rodolfo Varela
Como hombre de izquierda, perseguido, torturado y exonerado político, debo decirlo con claridad: nos han traicionado.
En Chile y en gran parte de América Latina, los partidos que se autodenominan progresistas –como el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD), el Partido Comunista (PC) y otros– llegaron al poder prometiendo justicia social, reparación y dignidad para las víctimas de las dictaduras. Pero la realidad fue otra: palabras grandilocuentes, promesas incumplidas y un abandono vergonzoso.
Las Palabras Mágicas Vacías
Conceptos como “democracia”, “estado de derecho”, “igualdad de género”, “pobreza”, “hambre”, “justicia” y “libertad de expresión” se repiten como mantras. Son herramientas de marketing político, usadas para legitimar gobiernos y perpetuar elites, no para transformar la vida de los ciudadanos.
Instituciones que No Cumplen
Incluso organismos como el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y las asociaciones de exonerados, expresos políticos, torturados y familiares de desaparecidos han caído en la burocracia y la indiferencia.
Cuando uno llega a estas instituciones buscando apoyo, la respuesta es fría, mecánica, muchas veces irrespetuosa.
Se olvidaron que detrás de cada expediente hay una vida rota, una familia, un dolor que no prescribe.
Chile: Deuda Histórica Impaga
Después de la dictadura, se prometió reparación digna. La verdad es que las pensiones entregadas a las víctimas no alcanzan ni el 50% del salario mínimo, mientras exautoridades y burócratas se enriquecen con sueldos millonarios.
¿Ese es el concepto de justicia de la izquierda chilena?
Elecciones 2025: El Discurso Repetido
Hoy, en plena carrera hacia las elecciones presidenciales, seguimos escuchando las mismas promesas de siempre.
Se vuelve a usar la memoria de las víctimas como herramienta electoral, prometiendo reparación y justicia para ganar votos.
Pero sabemos lo que ocurre después: llega el olvido, la indiferencia y la traición.
El Poder por el Poder
Lo que se ha visto en muchos gobiernos progresistas de la región no es compromiso con la memoria histórica ni con la dignidad de las víctimas. Es un proyecto para perpetuarse en el poder, usando los derechos humanos como bandera electoral y olvidando su esencia: la defensa del pueblo y la igualdad real.
Conclusión
Hoy denuncio, sin miedo y sin doble discurso:
La izquierda que conocimos, que se decía humanista, se ha alejado de sus principios y ha convertido la memoria de las víctimas en moneda política.
Es hora de exigirle coherencia, transparencia y respeto.
Porque la justicia no se declama. Se cumple.