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2022/02/11

Um caminho chileno para o socialismo

 


Não que se refira ao primeiro aspecto aqui apontado, podemos afirmar, sob a sombra de dúvidas, que dá a mesma forma que a conquista do poder via revolução, a conquista de um governo – visto como uma alavanca para construir poder popular, como não é o caso “via chilena ao socialismo” –, também não é um “raio em céu azul”. participará em sucessivos confrontos armados no país de dois jovens, dois conquistadores espanhóis e, logo depois, de uma guerra civil que derrubou o governo progressista de José Manuel Balmaceda (1891), levando ao suicídio.

Salvador Allende 

Nessas lutas também se destacou Luís Emilio Recabarren, que teve papel fundamental na criação do Partido Operário Socialista, logo depois renomado Partido Comunista Chileno (1922). Como sabemos, a influência de Recabarren se estenderá até as fronteiras chilenas, estendendo-se a outros países da região.


Não por acaso, não é um discurso de posse que Allende dirigiu ao povo chileno no Estádio Nacional após sua vitória eleitoral em 1970, ele dirá, em reconhecimento às lutas que travou antes:

LAUTARO y CAUPOLICÁN están aquí, lejos de CUAUHTEMOC y  TUPAC AMARU.

Hoy, aquí lo sé, gana O'HIGGINS, que nos regaló la independencia política celebrando un paso por la independencia económica.

Hoy, aquí lo sé, gana MANUEL RODRÍGUEZ, víctima de dos que oponen su egoísmo de clase al progreso de la comunidad.

Hoy, aquí lo sé, vence BALMACEDA, combatiente en la tarea patriótica de recuperar nuestra riqueza de capital extranjero.

Hoy, lo sé aquí, gana RECABARREN, como obreros organizados por los años de sacrificios.

Fue también en Chile donde tuvo lugar la primera -y única- experiencia en América Latina de un gobierno de Frente Popular, en la línea defendidos por la Tercera Internacional tras el triunfo del nazismo, reuniendo, además del Partido Comunista, al Partido Socialista. Partido y el Partido Radical. También formaban parte del Frente diversas organizaciones sindicales y sociales, como la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCh), el Movimiento de Emancipación de la Mujer de Chile (MEMCh) y la Federación de Estudiantes de Chile. Así, en la elección de 1938, asumió como presidente el histórico líder socialista Marmaduke Grove, con Pedro Aguirre Cerda, del Partido Radical, como vicepresidente. Esta victoria inaugurará un período de reformas modernizadoras, que duró de 1938 a 1952, y que garantizaron a Chile un relativo desarrollo económico y estabilidad política, especialmente en comparación con otros países latinoamericanos.


A la izquierda, la Primera Dama Hortência Soto Bussi, y a su lado, el Excmo. Presidente Salvador Allende, el día del inicio del mandato, el 4 de octubre de 1970.


Durante este período, Salvador Allende fue un joven diputado socialista, para quien la experiencia de unidad de izquierda en el gobierno del Frente Popular -del que llegó a formar parte como ministro de Salud- tuvo un profundo impacto.

Pero antes de hablar de la victoria electoral de la Unidad Popular en 1970 –y nuestro segundo aspecto a destacar– también vale recordar que no hubiera sido posible si no hubiera estado precedida por un avance de las luchas sociales y un incremento de las movilizaciones populares durante el  Eduardo Frei (1964-1970), cuya importancia llevó a ese presidente a hacer algunas concesiones, como una Reforma Agraria, para tratar de contener el ascenso de fuerzas sociales y políticas populares y de izquierda.


Respecto a nuestro segundo aspecto, también parece posible decir que el camino a la victoria electoral, como el de la revolución, tampoco es lineal, y también está sujeto a avances y retrocesos, errores y aciertos.


Ese fue el camino a la victoria electoral de Allende. Basta recordar que su primer intento de llegar a la presidencia tuvo lugar en 1952, encabezando el “Frente Popular”, una alianza entre una sección del Partido Socialista con los comunistas. Y también apareció en 1958 y 1964, siendo nuevamente derrotado. Como es habitual, la tercera derrota generó divisiones entre los socialistas, que empezaron a cuestionar la eficacia de la vía electoral como estrategia para llegar al poder.

Aliás, nem todas as organizações da esquerda apostavam nessa estratégia. O Movimento de Esquerda Revolucionária (MIR), criado em 1965, possuía como lema “Povo, Consciência, Fuzil”, o que já fala por si só sobre sua visão acerca dos caminhos para a chegada ao poder.

El diputado Salvador Allende y su chofer Julio Hernán Soto Céspedes, disfrutando del verano de 1940.



Apesar disso, vencendo as descrenças e divergências, foi possível constituir, para o pleito de 1970, a Unidade Popular (UP) – formada pelo Partido Comunista Chileno (PCCh), o Partido Socialista (PS), o Partido Radical (PR), o Partido Social-Democrata (PSD), o Movimento de Ação Popular Chileno (Mapu) e a Ação Popular Independente (API). Mais tarde, incorporaram-se também a Esquerda Radical (IR), a Esquerda Cristã (IC), e o Mapu Operário e Camponês (Mapu OC). O MIR, embora não tenha integrado a UP, deu “apoio crítico” a sua candidatura à presidência e, após a vitória, participou do Grupo de Amigos do Presidente (GAP), órgão diretamente ligado a Allende.

La victoria electoral fue sólo el primer paso. Recordemos que la UP no consideró la conquista del gobierno como el punto de llegada, sino como el punto de partida para la construcción del poder popular y de una sociedad socialista. Las dificultades a enfrentar, por lo tanto, fueron enormes, comenzando por el hecho de que la elección fue ganada por mayoría simple: 36,63% de Allende, contra 35,29% de Jorge Alessandri (Partido Nacional) y 28,08% de Radomiro Tomic (Democracia Cristiana). ).


Por lo tanto, de esta victoria no surgió un apoyo popular sólido para llevar a cabo de inmediato el programa de la UP, que preveía, entre otras cosas, la nacionalización de los recursos naturales, comenzando por las minas de cobre, la mayor riqueza del país; la profundización de la Reforma Agraria; la nacionalización de la banca, los servicios públicos y el comercio exterior; la universalización de los sistemas públicos de educación, salud y bienestar; la construcción del poder popular; y la lucha contra el imperialismo. La idea, por tanto, era iniciar un proceso prolongado de transformaciones estructurales, que debía culminar en la construcción del poder popular y de una sociedad socialista.


Esto parecía posible en ese momento, sobre todo por la verdadera efervescencia social que se vivía en Chile. Allende creía así que su elección podía representar una oportunidad histórica para ensayar este nuevo modelo de transición al socialismo, la "vía chilena".


Una vez más, esta originalidad reforzó aún más lo que ya hemos mencionado cuando hablamos de Cuba y Nicaragua, es decir, el hecho de que los dirigentes de la UP no tenían un modelo, en términos históricos, en el que basarse y sustentarse para afrontar las tareas de el momento. Lo que nos lleva a nuestro tercer aspecto.


Siguiendo el proceso chileno, también es claro que los caminos hacia la construcción del socialismo y del poder popular por la vía institucional no siguen un guión preestablecido, una “fórmula”. Es necesario recorrer este camino a partir de la confrontación de las condiciones y contradicciones concretas del proceso.


No por casualidad, el propio Allende dirá: “no hay experiencias previas que podamos tomar como modelo, tenemos que desarrollar la teoría y la práctica de nuevas formas de organización social, política y económica, tanto para la ruptura con el subdesarrollo como para la la creación socialista”, y agregó que el proceso chileno debe continuar “sin mentores ni tutores”.


Pero recordemos, una vez más, que fue una experiencia de construcción del socialismo en un país periférico, económicamente dependiente, poco industrializado, de baja productividad agraria y profundamente desigual, en el que las élites se beneficiaron con la entrega de la riqueza nacional a los monopolios extranjeros. .


Sin embargo, Allende creía sinceramente que era posible, a través de los medios institucionales existentes y de manera pacífica y democrática, cambiar ese modelo y la institucionalidad misma, transfiriendo el poder político y económico a los trabajadores y al pueblo. Y basó esta ilusoria creencia en la historia chilena de estabilidad política de las décadas anteriores, lo que le hizo suponer que la lucha de clases podía librarse de forma "civilizada".


Fue en ese espíritu que el gobierno de la Unidad Popular puso en práctica un programa radical que, como era de esperarse, generó una serie de reacciones y contradicciones. Las élites económicas, con la colaboración imperialista, no tardaron en recurrir a todo tipo de expedientes para derrotar al gobierno, incluido el sabotaje económico -como el paro de camioneros en 1972- y la actuación de grupos fascistas.


A estos choques de clases se sumaba el problema de la división dentro de la propia izquierda y las tensiones entre las organizaciones populares de base –que, en la lucha contra el cierre patronal de 1972, habían ocupado fábricas y asumido algunas tareas administrativas con las poblaciones locales, liderando muchos identifican el proceso con el que tuvo lugar en 1917 en Rusia, cuando la existencia de los soviets generó una situación de “doble poder”.





Hortensia Bussi Allende junto a el grupo Quilapayún.


Así, mientras el gobierno de Allende intentaba evitar lo que imaginaba que podía desembocar en una guerra civil, estas organizaciones, principalmente las Cordones Industriales, defendían la radicalización de la lucha y de las medidas económicas y sociales, con el cumplimiento inmediato del programa con el que UP había sido elegido. Este camino recibió el apoyo del MIR, la Izquierda Socialista y sectores del Mapu, pero fue impugnado por el Partido Comunista, el Partido Socialista y la Central Única dos Trabalhadores. Y las contradicciones se agudizaron cuando el gobierno aprobó la Ley de Control de Armas (1972).


Pero Allende, aunque atacado por la derecha y contestado por la izquierda, defendió hasta el final su "revolución pacífica", tardando mucho en tomar conciencia de que las clases dominantes chilenas, como en otros países de la región, no tenían ningún compromiso con la democracia. .e institucionalidad que le eran tan queridas. Este fue sin duda su mayor error. Y todos sabemos cuán trágicamente terminó esta historia: un golpe militar y la instauración de una cruenta dictadura, pionera en la implantación del régimen neoliberal, y cuyas consecuencias políticas, sociales y económicas aún hoy se sienten en la sociedad chilena.

La experiencia chilena aún merece ser discutida mucho entre nosotros, ya que, en el actual período histórico, la "vía institucional" se ha vuelto hegemónica entre los partidos de América Latina y el Caribe que tienen en su programa el objetivo de construir una sociedad sin siendo explotados. o explotadores--una sociedad socialista.


En todo caso, las últimas palabras de Allende en su último gesto de resistencia, aquel terrible 11 de septiembre de 1973, fueron apropiadas por generaciones de luchadores, asociándolo a ese “panteón” de héroes de la lucha socialista en América Latina que nos sirven de inspiración. para este día. Y es con ellos que concluyo estas reflexiones: “Más temprano que tarde se abrirán nuevos caminos por donde la gente camine libre, para construir una sociedad mejor.” Compañero Presidente Salvador Allende.



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