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2022/04/04

La intolerancia en Chile. ¿Qué está pasando?

La intolerancia en Chile no tiene lugar, ni rostro, ni tiempo para suceder. Se manifiesta todos los días, en todas partes. Afecta a todos indiscriminadamente. ¿Qué está pasando?


Puede ser un político o candidato a un cargo público quien es acosado; una persona común, agredida por su religión, por ser homosexual, por el partido que simpatiza o un periodista que es agredido en el ejercicio de su profesión. En las redes sociales, los insultos y las ofensas se han convertido en algo común y el respeto por los demás se pierde fácilmente. Los casos siguen cada día, las estadísticas aumentan. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está nuestra cacareada cordialidad? ¿Qué país queremos construir? ¿Será la intolerancia el resultado de un momento singular o el resultado de una cultura donde el debate es escaso y el autoritarismo sigue siendo dominante?

Es necesario disipar el clima de antagonismo del tipo “nosotros” y ellos y aprender a convivir con las diferencias, discutir sin ofender –un insulto no es, ni ha sido nunca una discusión– y desarrollar la cultura del debate, natural. a las democracias. La intolerancia, la violencia, el sarcasmo, así como todos los gestos que buscan el enfrentamiento, no construyen. La historia de Chile está marcada por la confrontación, no por el diálogo, ¿dónde hemos llegado? Hay desorden histórico, con algún progreso. Si hubiera habido convergencia y debate, el camino recorrido hubiera sido más fácil, menos accidentado y, ciertamente, con mayores avances. La exclusión social no sería tan preocupante, ni tendríamos una historia política marcada por la violencia.

Pregunto: si vivimos en democracia, ¿por qué discriminar a alguien por pensar diferente? Si los hombres son libres, como dijo Sartre, es natural que vean el mundo de manera diferente y tengan diferentes interpretaciones y posiciones en relación a la historia. En el breve libro El existencialismo es un humanismo, Sartre toca un punto crucial al hablar de libertad e historicidad. Dice que la esencia del hombre es la libertad y que él, el hombre, busca la emancipación, por pequeña que sea. Es una hermosa crítica al machismo, al racismo, a la homofobia, al fascismo… No son más que la idea de que hay una esencia de cada raza, de cada sexo, de cada individuo y que todos son prisioneros de ella.

Por supuesto, estos son prejuicios. Todos los seres humanos son iguales en sus diferencias. Tampoco el negro es inferior al blanco, como se pretendía en los días de la esclavitud; ni la mujer es inferior al hombre, como todavía hoy se afirma; ni el homosexual es inferior al heterosexual, como se ha vuelto un lugar común argumentar; a pesar de todo el progreso. Políticamente, entonces, la discriminación surge del odio, la inseguridad, la falta de información y el aislamiento. Nada parece más claro como el cristal.

Es importante rescatar los valores humanistas republicanos, con origen en las revoluciones francesa y americana, y acercarse a ellos. Universalmente aceptados, basados ​​principalmente en la idea de los derechos humanos, solo contribuirán a valorar la ética de la convivencia civilizada, el libre pensamiento y la libertad de prensa y expresión. Otro valor es la transparencia, sinónimo de información que, a su vez, forma opiniones y ayuda en las decisiones.

Por supuesto, esto no excluye la tensión de los debates, los conflictos de ideas y las divergencias. Pero lo importante es la libertad, desde la que podamos pensar y construir una sociedad enfocada al interés general y no sólo a tal o cual grupo, partido o ideología. Porque la libertad significa, ante todo, que todos tienen el mismo derecho, incluso el de actuar por encima de los intereses particulares, hacia lo universal y el reconocimiento del otro. De ahí la necesidad de vivir y dialogar con las diferencias. Sin intolerancia.


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