Dilma Roussef saca la artillería pesada y se dirige a las bases en el tramo final de su campaña para las presidenciales de este domingo en Brasil. Acompañada por el expresidente Lula da Silva, la presidenta saliente y candidata del Partido de los Trabajadores, con ventaja en los últimos sondeos, ha visitado una fábrica de coches en Pernambuco.
“¿A quién le interesa disminuir el papel que desempeñan los bancos públicos? Esa idea sólo interesa a aquellos que tienen una visión muy estrecha de la realidad de Brasil o a aquellos que quieren beneficiar al sector privado, que cobra más y no financian los programas sociales”, decía atancado a su rival.
Aecio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña, ha perdido algo de terreno acusado por Roussef de que gobernará sólo para la élite, pero mantiene su estrategia atacando a Roussef en Mato Grosso do Sul por otro flanco, el de la corrupción del sistema tras más de una década sin cambios de gobierno.
“Cada persona es responsable de sus acciones y el hecho es que durante estos doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores, ha habido un ‘gang’, una banda, que se ha establecido de forma sistemática durante estos doce años, gracias al apoyo del gobierno”, declaraba Neves.
La última encuesta sitúa a Roussef por delante con el 47% de los votos frente al 43% de Neves, quien hace unos días lideraba la carrera electoral según otros sondeos. No obstante, estos últimos datos cuentan con un margen de error de dos puntos porcentuales y el número de indecisos es del 6%.
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