En su primer día como presidente, Boric llama a continuar la lucha por las causas sociales y saluda la estatua de Salvador Allende.
De las muchas escenas e imágenes vistas en la toma de posesión de Gabriel Boric en la Presidencia de la República de Chile este 11 de marzo, una de las capitales más simbólicas es aquella en la que Boric recorre la plaza del Palacio de La Moneda y homenajea solemnemente a Salvador Allende deteniéndose en silencio frente a su estatua. El gesto adquiere un significado trascendental y universal.
Las constantes referencias al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende y al golpe militar que lo puso fin expresan la fuerte dimensión restauradora de una izquierda arraigada y relevante que fue violentamente reprimida y su proyecto interrumpido. Pero el gesto tiene otro significado simultáneo. El homenaje marca el reconocimiento de los inmensos obstáculos que un proyecto antineoliberal, socialista de izquierda o socialdemócrata, como el que caracteriza al gobierno de Boric Izkia Siches, uno de los doce ministros del nuevo gobierno.
Gran parte del legado político de la dictadura del traidor Pinochet ha sido superado procesalmente en la historia reciente de Chile. La Comisión de la Verdad, la estabilización de un régimen democrático, la Asamblea Constituyente, entre otros episodios, crearon una dinámica ascendente para superar las dimensiones autoritarias de la cultura política chilena. Sin embargo, el expresivo voto de José Antonio Kast, el candidato derrotado, demuestra la fortaleza del campo reaccionario y señala los fuertes enfrentamientos políticos que enfrentará Boric. En el campo de la política y la herencia autoritaria, Boric deberá negociar y converger con una nueva Constitución Nacional que apunte a un conjunto muy fuerte de principios y conceptos progresistas. Boric tendrá que buscar fuerza fuera del Parlamento para no frustrar esta voluntad democrática expresada. Asimismo, deberá enfrentar temas decisivos como los aproximadamente 2.500 presos políticos producto de la represión del gobierno de Pinhera a las manifestaciones populares en 2019, además de la situación de violencia que persiste contra las comunidades mapuche.
Esta macropolítica neoliberal ha impuesto sus costos al pueblo chileno. La economía ha entrado en recesión desde el inicio de la pandemia y cayó 11% de su PIB en 2021. Si ponemos esta crisis en un país que no tiene un sistema de salud público universal, donde la seguridad social es exclusivamente privada y financiarizada, pagando mal y pocos, nos daremos cuenta de la magnitud del desafío.
El sobrio homenaje de Boric a la memoria de Salvador Allende es la síntesis de la nueva etapa que se abre para Sudamérica, tras los estragos producidos por la oleada golpista de los últimos años. Recuperar la economía en países donde el Estado está plenamente orientado y organizado para tomar de los más pobres para transferir a los más ricos no será sencillo y la fuerza del campo que sustentó el neoliberalismo sigue activa. Pero la esperanza es del mismo tamaño.
Fuente: Brasil de Fato
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