Por Rodolfo Varela
Este martes, José Antonio Kast, del Partido Republicano, y Jeannette Jara, representante de una izquierda que hace décadas dejó de representar al pueblo trabajador, se enfrentarán en un programa organizado por la Asociación Nacional de Televisión (Anatel). A su lado, la socialdemocracia y la Democracia Cristiana —siempre acomodadas “donde calienta el sol”— completan el cuadro político de un país cansado de promesas incumplidas.
Jara llega con el impulso de haber ganado la primera vuelta. Sin embargo, Kast aparece como favorito en la mayoría de las encuestas, impulsado por la derecha y la extrema derecha.
Aun así, los estudios de opinión indican un porcentaje alto de indecisos, especialmente en un escenario de voto obligatorio.
Las contradicciones de Kast
Kast evitó debates durante la campaña y, cuando participó —como en el encuentro de la Asociación de Radiodifusores— quedaron expuestas varias debilidades, incluso en áreas que él mismo instaló como pilares, como la migración.
Su propuesta de expulsar masivamente a 350 mil migrantes carece de fundamentos técnicos y es simplemente populismo duro.
Además, su postura de indultar a presos de Punta Peuco por crímenes de lesa humanidad contradice los compromisos internacionales de Chile, donde esos delitos son imprescriptibles.
Habla de combatir el crimen organizado, pero al mismo tiempo envía una señal de indulgencia hacia quienes cometieron atrocidades durante la dictadura (1973–1990).
Eso no es coherencia: es cálculo político.
Las promesas repetidas de Jara
Por su parte, Jeannette Jara habla de construir un Estado que proteja a la sociedad, que garantice derechos sociales y redistribuya la riqueza. Son promesas que la izquierda —esta izquierda elitizada que se enriqueció mientras el pueblo se empobrecía— ha hecho durante décadas sin cumplir.
Hablan de derechos, pero entregaron una educación mediocre, una salud colapsada, precarización laboral, pensiones de miseria y, lo más grave, una deuda histórica inmoral con las víctimas de la dictadura.
Décadas de discursos y ningún resultado concreto para quienes más sufrieron.
Seguridad: gritos, slogans y poca solución real
Kast promete mano dura, como si con eso bastara para resolver un problema estructural. La seguridad no se arregla solo con policía; requiere atacar las condiciones sociales que empujan al delito.
Y eso él no lo aborda.
Jara propone levantar el secreto bancario para seguir la ruta del dinero del crimen organizado y crear políticas de integración social. Ideas razonables, pero que vienen desde una izquierda que ya no genera confianza porque dejó abandonados a los mismos sectores que dice defender.
La mentira populista que recorre América Latina
La nueva izquierda latinoamericana se presenta como defensora de los pobres, pero gobierna como una élite desconectada que se beneficia del poder. Prometen igualdad, pero entregan corrupción, autoritarismo, sistemas de salud precarios y un abandono imperdonable a las víctimas de las dictaduras militares.
Hablan de justicia social, pero viven como realeza.
Esta “izquierda elitizada” engaña a un pueblo que ha cargado con décadas de sacrificio, trabajo duro y pago de impuestos. Y cuando el pueblo exige resultados, le ofrecen ideología, no soluciones.
El debate de hoy: una oportunidad para despertar
Los pocos debates realizados han tenido alta audiencia. La ciudadanía observa, compara y comienza a despertar del engaño.
Este debate de Anatel puede marcar un punto de inflexión: la gente quiere respuestas reales, no consignas vacías. Quiere honestidad, no marketing político.
Chile llega al domingo con dos caminos opuestos:
-
una izquierda que perdió su conexión con el pueblo,
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y una derecha que ofrece soluciones simplistas y contradictorias.
Entre esas dos mentiras, el pueblo chileno —trabajador, pagador de impuestos y golpeado por décadas de engaños— tendrá que decidir.
Ojalá esta vez sin olvidar a quienes siguen esperando justicia: las familias que aún buscan a sus hijos secuestrados por la dictadura y vendidos como mercancía.
Esa es la verdadera deuda moral que ni la izquierda ni la derecha han tenido el coraje de saldar.
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