Tras colgar, Allende alerta a su seguridad y sale del Palacio Presidencial de La Moneda en el centro de Santiago. Luego de meses de tensión, ese martes 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas finalmente se levantaron para derribarlo.
En el principal cuartel del país, sin embargo, la actividad comenzó poco después de la medianoche: las tripulaciones de los tanques encendieron los motores de los tanques, los pilotos escucharon los informes de vuelo y los generales hicieron las últimas llamadas para verificar la subordinación de las tropas.
Camino a La Moneda, Allende entiende que el golpe se adelantó para impedirle concretar su proyecto de convocar a un plebiscito, en un esfuerzo desesperado por salvar al gobierno de la Unidad Popular (UP). Con mil días en el poder, la coalición de izquierda moría, tras un agotador enfrentamiento con la oposición, formada por la derecha y la democracia cristiana.
7:30 am Allende ingresa al Palacio de La Moneda, empuñando el fusil AK-47 que le había obsequiado el líder cubano Fidel Castro, y con la convicción de que no lo sacarían con vida del edificio.
De traje y corbata, Allende organiza inmediatamente la resistencia y entrega armas a los colaboradores que decidieron quedarse a su lado, un grupo de poco más de 40 personas, entre ministros, amigos y su seguridad privada.
En otra parte de Santiago opera el Estado Mayor de la rebelión, integrado por los comandantes de las tres fuerzas militares: el general Augusto Pinochet, el almirante José Toribio Merino y el general de la Fuerza Aérea Gustavo Leigh, además del jefe de la Policía, César Mendoza.
8:30 am Se emite el primer comunicado del golpe, en el que se exige la rendición de Allende, se ordena a la gente permanecer en sus casas y se ordena a la prensa 'adicta a la UP' a suspender sus actividades, a riesgo de recibir ' castigos aéreos y terrestres'.
Dentro del palacio presidencial, Allende se mantiene sereno y decidido.
'Era una mezcla muy fuerte y curiosa. Es difícil ver a una persona que, al mismo tiempo, tuviera este grado de serenidad y una decisión tan clara: enseguida empezó a organizar a la gente', que lo acompañó ese día.
“Habló con sus asesores, secretarios, ministros y ayudantes, diciéndoles que se fueran de palacio, que no quería muertes innecesarias y que era importante dar cuenta de lo que estaba pasando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario